miércoles, 6 de junio de 2007

Reseña: Las flechas de la reina

Las flechas de la reina.

Mercedes Lackey.

Reseña de: Jamie M.

La Factoría de Ideas. Col. Solaris fantasía # 59. Madrid, 2007. Título original: Arrows of the Queen. Traducción: Belén Aguilera. 347 páginas.

Las flechas de la reina es la primera de una larga, muy larga, serie de novelas situadas en el fantástico mundo de Valdemar, de la que ya han salido unos 25 libros divididos en diversas trilogías y subseries. Esta primera entrega pertenece a Los heraldos de Valdemar, y se circunscribe a lo que se suele denominar la “educación del héroe” (de la heroína en este caso). Talia es una joven soñadora a punto de cumplir los trece años, que vive en el seno de una familia perteneciente a una misógina sociedad feudal, en la que se siente explotada y maltratada, y la gota que colma el vaso de su miseria llega cuando le anuncian que es su obligación casarse. Indignada, huye de su hogar con la suerte de que uno de sus maravillosos sueños se cumple y es “elegida” por un Compañero, un caballo mágico con extraordinarios poderes (como el de hablarle directamente a la mente aunque luego absurdamente y para su sufrimiento le haga olvidar que lo ha hecho) que conlleva la promesa de apartarla de su miserable vida e iniciarla en una senda de aventuras. Vamos, el sueño de cualquier niña pre adolescente que se precie. Y a partir de ahí el resto es la historia de la conversión de Talia de pueblerina a heroína en el collegium de Heraldos en Valdemar, dentro de una sociedad mucho más abierta y tolerante que aquella de la que procede.

El tono y la escritura es claramente juvenil (bordeando incluso a veces lo infantil), con tramas y situaciones muchas veces inverosímiles cuando no directamente absurdas, que se podrían aceptar si el destinatario del libro fuese en efecto un público adolescente; pero la autora se empeña en incluir ramalazos, referencias y situaciones claramente adultas que chirrían sobremanera en el contexto total de lo que se nos está contando. La historia se nos ha narrado muchas veces, el aprendizaje de una joven dotada con unos dones que ella misma desconoce y que poco a poco irán aflorando mientras a su alrededor se teje una red de intrigas en la que se verá envuelta sin desearlo. No falta ni un tópico: los maestros, los amigos-colegas-rivales del colegio, los enemigos-envidiosos-rencorosos que le harán la vida imposible, una reina agobiada, una niña malcriada a la que la protagonista debe a su vez de educar, la magia, el aprendizaje de las artes de la lucha…, aunque en este caso todo parece ir de muy buen rollito e incluso el plan malvado de derrocar a la aspirante a la corona es bastante simplón, con una ingenuidad casi enternecedora, y donde los intentos de asesinato son realmente chapuceros.

Lo que sucede, como ya decía, es que junto a esas situaciones propias de una novela juvenil, en la que el joven lector (o más bien la lectora) puede sentirse identificado con la protagonista, hay otras de un carácter mucho más adulto, como las referencias a los amores lésbicos de algunos personajes, los consejos para evitar la regla o los embarazos, o los infructuosos intentos de Talia de acostarse con un compañero del collegium, frustrados de la manera más tonta (que no es que sean nada malo, pero que no terminan de encajar en el tono y la temática del resto). Todo ello empañado además por una nada verosímil visión feminista de una sociedad feudal que no se sostiene por ninguna de sus bases. Está muy bien que la autora defienda la igualdad entre hombres y mujeres (o la superioridad de las mujeres sobre los hombres, en muchos casos), pero eso no impide que la sociedad que retrata sea un intento de traslación de los conceptos actuales de nuestra sociedad moderna a un mundo medieval donde chirrían de forma atronadora, totalmente increíble.

Aparte, cabría hablar de los escasos recursos narrativos que Lackey demuestra una y otra vez, sacándose de la manga los poderes de algunos de los personajes justo cuando va a necesitarlos un par de páginas después, evitando en todo momento la sorpresa y haciendo que el lector se anticipe en todo momento a sus movimientos. Como ejemplo, cuando de pronto se hace mención a una especie de “teleportador” sabes enseguida que poco después se van a necesitar sus habilidades, teleportando algún objeto crucial, para deshacer el entuerto al que la autora ha conducido la trama y salvar de esa manera el escollo. Es demasiado evidente, demasiado fácil, y la lectura se resiente.

Sin embargo, algo deben de tener esta serie y esta autora para haber alcanzado tan alto número de entregas, aunque yo no he sido capaz de saber qué es leyéndome estas Flechas de la reina. Supongo que podremos irlo descubriendo si La Factoría sigue publicando las siguientes novelas, material desde luego no le va a faltar.

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