lunes, 27 de abril de 2009

Lanzamiento: Zeta Bolsillo "resucita" la colección blanca de Nova Cienca Ficción

Zeta Bolsillo, en su estrategia de hacer lanzamientos temáticos mes a mes, homenajea en abril a los lectores de ciencia ficción. De la mano de Miquel Barceló, se han seleccionado los siete títulos clave en la obra de los grandes autores del género: Orson Scott Card, Isaac Asimov, Dan Simmons, George R. R. Martin y Poul Anderson. Además, recuperamos la estética de la serie blanca de Nova, que marcó estilo en la edición de ciencia ficción en España durante los años ochenta y noventa.



lunes, 20 de abril de 2009

Reseña: Las aventuras del buen soldado Svejk

Las aventuras del buen soldado Svejk

Jaroslav Hasek

Reseña de: Amandil

Galaxia Gutenberg - Círculo de Lectores, Barcelona 2008. Título original: Osudy dobrého vojáka Svejka. Traducción: Monika Zgustova. 785 páginas.

Estamos ante la obra más popular de la literauta checa del siglo XX (y quizá de todos los tiempos) en la que se nos cuentan las peripecias de un idiota integral (según juicio médico) en su intención de alistarse en el ejército autrohúngaro durante los primeros compases de la Primera Guerra mundial.

Svejk es un personaje de la clase baja de Praga que sobrevive al día a día gracias a su negocio de secuestro y venta de perros callejeros. Su vida transcurre plácidamente entre su casa y las conversaciones con su "sirvienta" y la taberna y sus conversaciones con los parroquianos. La característica principal de este cándido personaje es que, debido a su simpleza de miras (como una especie de hobbit de maneras radicales) interpreta siempre todo lo que le sucede "del mejor modo posible", metiéndose constantemente en líos con las autoridades que creen haber encontrado en él un ladrón, un espía, un desertor, un insubordinado, un comunista, un hereje e incluso un pacifista o un "verdadero patriota checo leal al Emperador". Sea como fuere, y por muy catastrófica que parezca la situación a la que deba enfrentarse como consecuencia de estos malentendidos, esa misma "bondad" y apariencia bobalicona acaban siempre sacándole de unos problemas para meterle en otros aún peores (y más divertidos para el lector, por supuesto).

Y así todo el libro. De escena en escena hasta el final (inconcluso) del relato.

A través de cuatro partes bien diferenciadas Jaroslav Hasek va desgranando las aventuras de Svejk como escusa para pintarnos, a través de los personajes que van apareciendo y las situaciones que nos son narradas, un fresco del día a día cotidiano al que tuvieron que enfrentarse los checos que, sin sentir en absoluto amor y lealtad a la dinastía Habsburgo, en su mayoría, tuvieron que soportar los abusos de un régimen que hundía sus raíces en una concepción caduca y apolillada de la idea del "poder absoluto". De hecho, Svejk es, en realidad, una simple excusa con la que sacar a la luz en forma de novela las miserias, contradicciones y vergüenzas de un país que se desmoronaba bajo la atenta mirada del Emperador y sus funcionarios.

No hay que ser un lince, sin embargo, para percatarse de que el libro está escrito desde una perspectiva abiertamente antimonárquica y comunista. A fin de cuentas el autor plasma, en realidad, su propia experiencia durante la guerra mundial a través de los distintos personajes que introduce con gran acierto en las más de 700 páginas de la novela. Aunque no es imprescindible conocer la biografía de Hasek, sí que revela muchas de las claves que dotan de sentido el devenir de los acontecimientos y el modo de presentar a algunos de los "protagonistas". A grandes rasgos, Jaroslav era un bohemio checo, residente en Praga, que al principio de la Gran Guerra se alistó en el ejército austro-húngaro, pero sufrió una catarsis durante el servicio, pasándose a los rusos y luchando desde ese momento contra sus antiguos compañeros. Cuando triunfó la Revolución rusa en 1917 se unió a los comunistas y, tras el final de la Gran Guerra y la desmembración del Imperio Habsburgo regresó a su país como bolchevique y dispuesto a trabajar en pos de la revolución comunista. Finalmente, murió en 1921 sin haber terminado de escribir la que estaba siendo su gran obra por entregas sobre el soldado Svejk.

El libro se nos presenta como un todo inconcluso dividido en cuatro partes bien diferenciadas (En la retaguardia, En el frente, La paliza gloriosa y Continuación de la paliza gloriosa). Aunque Svejk es, sin duda alguna, el protagonista principal y el hilo conductor, a partir de la segunda parte van surgiendo personajes secundarios que poco a poco irán convirtiendo la obra en algo coral, quedando "el buen soldado" como una especie de nexo de unión entre anécdotas y situaciones en las que ya no será el eje central. De hecho, el libro se convierte desde los primeros capítulos en una sucesión ininterrumpidas de microhistorias que, aunque son divertidas e interesantes en su conjunto, hay ocasiones en las que son un poco reiterativas. Parecen baches que impiden que la historia avance a un ritmo vivo hacia adelante.

Sin embargo, la gran mayoría de los personajes añadidos (como el voluntario de un año Marek -imagen del intelectual respondón-, el teniente Lukás -única figura de la oficialidad imperial con dignidad y sentido de la justicia-, el gargantúa Baloun -prototipo del campesino obligado a enrolarse y, por lo tanto, sujeto a una perpetua melancolía por su hogar-, el intendente Vanek -el modelo de soldado corrupto que hace negocio durante la guerra por medio del estraperlo a baja escala-, el capitán Ságner -imagen idealizada del oficial bebedor, incopetente, rencoroso y deseoso de ascender a toda costa-, el subteniente Dub -el fánatico militarista voluntario y con intención de crearse una imagen de tipo duro-, el cocinero "místico" Jurajda -un guiño a los movimientos espiritistas y rocambolescos que sacuían Europa en esos años-, el capellán Katz -el personaje que reune todo lo malo, deplorable, asqueroso y vomitivo del ejército, la Iglesia y el catolicismo-, etc.) representan personas reales o estereotipos que el autor se encontró en su paso por el ejército, a los que ensalza o denigra en función de su experiencia, su ideología y sus creencias. Desde luego hay que tener en cuenta que el relato está escrito desde una perspectiva nacionalista checa (y por lo tanto anti-alemana, anti-húngara y anti-austriaca), comunista (abiertamente hostil a la monarquía y a los gobiernos liberales occidentales) y anticlerical (los ataques a la Iglesia católica, el clero y los valores cristianos como fuente de los valores sociales son continuos, acudiendo una y otra vez a los tópicos manidos de la permanente combinación de "alcohol, mujeres y juergas" por parte de los capellanes castrenses y el clero en general).

Se libran de las ácidas críticas, sin embargo, aquellos personajes que, como Svejk, se mueven no por motivos patrióticos o de exaltación bélica, sino que han quedado arrastrados en la vorágine e irracionalidad de una guerra que no entienden y de la que cuentan que no van a volver. La gente común, los que intentan sobrevivir en la locura de la disciplina militar, los abusos cotidianos de los mandos, la mala gestión administrativa y la caótica vida en el ejército, pasan a ser el verdadero motivo de admiración de Hasek, confraternizando con esos personajes y mostrando (a través de los actos de Svejk) que pese a la gran cantidad de "mierda" que les rodea, aún hay sitio para el humor, la camaradería y la admiración. Aunque al lector siempre le queda la duda de si Jaroslav pretendía dar un giro brutal a toda esa especie de "guerra de mentirijilla" cuando enfrentase a los personajes con las trincheras, la muerte y la desesperación. Nos quedamos con esa duda al final del libro.

En definitiva, Las aventuras del buen soldado Svejk es un libro ameno, que se deja leer, y nos muestra desde una perspectiva singular, como se vivieron los primeros momentos de la Primera Guerra mundial. Anécdotas e historietas nos describen un mundo y unos individuos que, a veces, parecen sacados de un manicomio o de una opera bufa, pero que no por ello pretenden ocultan el lado desgarrador y vergonzoso de una sociedad sometida a un poder político marchito y decadente que se enfrenta a una guerra que amenaza con convertir el mundo en un infierno aún mayor.

Algunos han comparado esta obra con El Quijote, queda en manos del lector decidir si eso es cierto o no. En cualquier caso recomiendo leer este libro y dedicar aunque sea unos minutos a dejarse llevar por el parlanchín, bondadoso y un poco puñetero Svejk.

sábado, 18 de abril de 2009

Reseña: El cuarto protocolo

El cuarto protocolo

Frederyck Forsyth

Reseña de: Amandil

Plaza & Janes, Barcelona 1984. Título original: The fourth protocol. Traducción: J. Ferrer Aleu. 350 páginas.

Aunque hace ya unos años que terminó la Guerra Fría las novelas de espías (género literario que se nutrió principalmente del conflicto entre el bloque comunista y el denominado "mundo libre" entre los años 1945 y 1991) seguirán siendo de las más entretenidas y dinámicas que se podrán encontrar en cualquier librería.

El secreto del éxito de este género es muy sencillo: mezclar en dosis adecuadas la acción, el suspense, la emoción y el anhelo de lo que a casi todo el mundo le gustaría ser al menos una vez: un agente en el extraño y misterioso mundo de los espías.

Sin embargo, autores como Forsyth (o Le Carré) parecen empeñados en mostrar en sus novelas que las cosas del espionaje no son "glamourosas" o emocionantes, sino que están integradas por una especie de mundo burocrático con destellos de algo parecido a la "aventura". En otras palabras, las novelas de espías atentan directamente con los estereotipos que el cine se empeña en sostener ante la población. No hay James Bonds, ni Bournes, ni cosas por el estilo. No, al menos, en un libro como El cuarto protocolo.

Aquí lo que encontramos son varias historias distintas que se van entrecruzando hasta llegar al clímax final en la que asistimos al desenlace de todo el asunto. Dicho de este modo, la novela no es que sea muy original. De hecho, en ese sentido, es absolutamente típica. El fuerte de El cuatro protocolo lo encontramos en que plantea de una manera verídica, amena y cautivadora un original hipotético episodio de la Guerra Fría sucedido en 1986.

Hay ritmo, vidilla, frescura. El autor sabe pasar magistralmente de un enfoque a otro sin romper la trama en ningún momento. La lectura es fácil y directa, quedando el lector atrapado en un trepidante crescendo que invita a querer saber que pasa después, desde el primer capítulo. Además, la magnífica recreación del ambiente que se vivía en los años ochenta en las cancillerías británica y soviética (con sus puñaladas, sus ambiciones, sus miserias, sus tensiones internas, etc.) se combina con un trasfondo perfectamente explicado a través de las vivencias de los "protagonistas" del relato.

John Preston es un agente del servicio de inteligencia británico que ve con cierta desidia como su excelente trabajo al frente del grupo encargado de controlar a la izquierda radical en el Reino Unido se va al garete por culpa de uno de sus superiores, Brian Harcourt-Smith. El motivo de tan aciaga situación no es otro que la lucha de poder interna para suceder al moribundo Sir Bernard Hemmings, jefe absoluto de la Inteligencia inglesa.

La caída en desgracia de Preston, sin embargo, provocará una serie de coincidencias que, a la postre, permitirán descubrir un espantoso plan orquestado por el mismísimo Secretario General del PCUS: detonar un artefacto nuclear cerca de una base americana en Inglaterra para simular un accidente y reforzar la tendencia antiamericana y anti-OTAN del electorado británico de cara a las siguientes elecciones legislativas.

Se ponen en juego tramas y subtramas que nos llevarán desde las cálidas tierras de Sudáfrica a la gélida estepa rusa en una verdadera partida al juego de los espías en la que el lector descubrirá, con cierta sorpresa al final, que nada es del todo lo que parece. Y aunque este tipo de giros en una novela de este estilo no son del todo "originales", reconozcámoslo, si que están muy bien traídos por la mano de un autor curtido en el estilo propio del género.

El modo en que Forsyth desgrana la trama (alternando en un mismo capítulo sucesos y acciones que tienen lugar en distintos países por parte de personajes contrapuestos) dota de agilidad y emoción al conjunto de la obra. Por su parte, la verosimilitud de lo que nos cuenta se une a un elenco de actores que son del todo creibles en sus distintos papeles aunque, en algunos casos, pueda caer en estereotipos machacados una y otra vez en obras similares del cine y la literatura (el prototipo de "comandante soviético" frío y absolutamente leal, el trepa redomado sin escrúpulos y que cae mal desde la primera línea, etc.). Aunque hay que reconocer que no hay cesiones en el libro a añadidos "politicamente correctos" (quizá por el año en que fue escrito) y no hay que padecer ni escenas de sexo explícito, ni romances edulcorantes o directamente pastosos, ni tampoco gritos de apoyo al buen rollismo y la "paz universal". Por todo ello, El cuarto protocolo sigue siendo, incluso veinte años después un libro de espías como la copa de un pino.