domingo, 27 de junio de 2010

Reseña: Ocho honorables magos

Ocho honorables magos.

Barry Hughart.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Bibliópolis. Col. Bibliópolis Fantástica # 61. Madrid, 2009. Título original: Eight Skilled Gentlemen. Traducción: Carlos Gardini. 222 Páginas.

Tercera y última, para desgracia ―incluso a pesar de todo lo que luego se verá― de los que hemos disfrutado de ellas, novela dedicada a narrar las aventuras e investigaciones del Maestro Li y su ayudante y amanuense Buey Número Diez. Unos malos editores, unas ventas regulares y el temor de Hughart de que las siguientes entregas se convirtiesen en meros “formatos” repetitivos de un mismo esquema y recursos que llegasen a cansar a los lectores le llevaron a colgar la pluma y dejar en el limbo de las historias nunca contadas las, en principio previstas, cuatro novelas siguientes. Lamentando no poder leer esas aventuras posteriores de los dos protagonistas, es de agradecer la honestidad del autor, quien antes de ofrecer una obra por debajo de las expectativas prefirió dejar de escribir.

En Ocho honorables magos, mientras la peculiar pareja protagonista asiste a la ejecución del infame Tu el Hostelero de Sexta Categoría, la aparición de un ch'ih-mei, un antiguo gul vampiro, les pondrá en la pista de un nuevo misterio. Una aventura que les llevará a entrar en la Ciudad Prohibida de Pekín para investigar el silenciado asesinato de un mandarín, a emprender un nuevo periplo por los pueblos y parajes de la China milenaria a través de caminos infectados de bandidos hasta el palacio de Yen-men para investigar un turbio e ilegal negocio de contrabando, y de vuelta a la capital del Imperio para enfrentarse a la sobrenatural resolución del misterio. Y si algo hay en esta entrega es magia y hechos sobrenaturales, demonios y monstruos, chamanes, titiriteros de reconocida habilidad y pericia capaces de embaucar al público con las más complicadas representaciones, criaturas extrañas, deidades menores de una religión destruida... Y también ocho jaulas que varios grupos enfrentados parecen buscar con ahínco y que de alguna manera están ligadas a los legendarios ocho honorables magos de la antigüedad.

Es ésta una historia aparentemente menos grandiosa que las anteriores, más contenida, que de hecho pronto se antoja de lo más mundano al revelarse que los asesinatos parecen esconder una mera conspiración entre los eunucos y los mandarines de palacio con el propósito de enriquecer a los participantes en una operación de contrabando. Sin embargo, la inexplicable aparición en escena de unas aparentes deidades menores y de un misterioso hombre-mono de pelambre gris plata en la frente, mejillas azules brillantes, nariz carmesí y mentón amarillo hará sospechar al Maestro Li que no todo es tan sencillo como aparenta y que quizá haya un secreto ―y un peligro― mucho mayor envolviendo a los conspiradores.

Hughart da muestras de nuevo de una fina escritura, de un retorcido sentido de humor, con cierta truculencia incluida ―a los prolegómenos de la ejecución que abre el libro y, sobre todo, al banquete celebrado en Yen-men preparado por el maestro Li con la ayuda del titiritero Yen Shih y el propio Buey me remito― y de una planificación perfecta a la hora de ir desvelando las pistas y las soluciones al misterio. Al principio todo parece algo deslavazado, deshilvanado, como si los indicios no terminaran de conectar y la historia discurriese por derroteros difícilmente convergentes. Pero nada más lejos de la realidad, poco a poco, con habilidad de artesano, mientras la trama avanza y las persecuciones y enfrentamientos se suceden, el autor construye una historia en la que todo termina por encajar y en la que Li y Buey Número Diez se jugarán el destino del mundo en una carrera desesperada. Como es habitual en este autor, la trama se divide en varios niveles, unos más pegados a lo cotidiano y otros más a lo fantástico, desde la investigación de unos simples asesinatos relacionados con la falsificación y venta fraudulenta de productos relacionados con el comercio imperial hasta la aparición de antiguos y olvidados dioses que preludian el fin de una era, que no será hasta los capítulos finales donde colapsen entre sí conformando un enorme fresco donde se unen las leyendas y la realidad para ofrecer una explosivo final donde se juega el futuro de la humanidad.

Como ya sucediera con la novela antecesora, tampoco ésta llega encaramarse a la altura de Puente de pájaros ―sería demasiado pedir―, pero deja un muy buen sabor de boca, mejor incluso que el de La leyenda de la piedra. Quizá en Ocho honorables magos haya algo menos del sentido de maravilla continua que se encontraba en el primer libro de la serie, siendo en esta ocasión una investigación más mundana, más deudora de la forma tradicional de las historias de detectives en la que hay que seguir una serie de pistas determinadas para alcanzar la resolución del misterio planteado, yendo paso a paso, de un punto al siguiente arrastrando por tanto una estructura algo más rígida, pero no por ello menos exenta de sorpresas. El misterio se siente menor de alguna forma, menos cautivador en su grandeza legendaria, pero sin duda una vez resuelto el lector no puede escapar a la maravilla y la riqueza de la tradición de esa China que nunca existió. Al cerrar el libro queda un sentimiento agridulce, con la certeza de haber leído una muy satisfactoria novela y el conocimiento triste de que no hay ya más aventuras del maestro Li y de Buey Número Diez en el horizonte.

Sin embargo, quizá sea algo de agradecer esa honestidad del autor al cerrar aquí la serie. Los personajes, como ya sucediera en La leyenda de la piedra, se van asentando cada vez más en sus propios papeles, funcionando gracias a sus «tics» y frases recurrentes, a unos comportamientos ya conocidos, a unas actuaciones ya predecibles, y haciendo sospechar que si Hughart hubiera escrito los siguientes libros los personajes podrían perfectamente haberse convertido en parodias de sí mismos, cosa que aquí, por suerte, no llega a suceder. Pero si el maestro Li y Buey Número Diez de alguna manera no resultan ya tan intrigantes por conocidos, lo cierto es que el autor demuestra una vez más su habilidad para ofrecer al lector una serie de personajes secundarios llenos de atractivo e interés, encabezados por el titiritero Yen Shih y su hija Yu Lan, quienes acompañarán al dúo en parte de la aventura demostrándose de gran importancia en la resolución del misterio, encarnando en parte ese sentimiento de nostalgia y valentía que impregna toda la novela. O los malvados como Li el Gato, jefe de los eunucos de la Ciudad Prohibida, o el alcaide de Yen-men casado con la hija de un bandido que parece odiarle, quien también tienen mucho que ofrecer a lo largo del relato.

En Ocho honorables magos, como ya sucediera en las dos entregas anteriores, subyace como fondo una grandiosa historia de amor, pero que nadie se alarme, que no es una historia romántica al uso en absoluto. Hay mucha tragedia, sí, y también mucha poesía, pero tan solo al final del todo será el lector capaz de interpretar lo que ha leído y entender todas las pistas y referencias al tema que el autor ha ido habilidosamente intercalando en la narración. Hughart tiene una especial habilidad para ofrecer al lector una serie de imágenes de enorme fuerza evocativa que le transporta a otra época y cultura, tan lejanas ambas de sus propios referentes occidentales que no pueden dejar de sorprender, sumergiéndole sin problemas en un mundo que cabalga a lomos de las leyendas más fascinantes.

Una serie ciertamente recomendable, con una fantasía diferente de la habitual, casi más deudora de las historias de detectives que de la fantasía épica, y que termina aquí si no con el deseable broche perfecto, quizá sí con el que más podría acercarse a ello. Nunca se sabrá ―a no ser que Hughart cambie mucho de opinión, cosa que parece bastante difícil― cómo hubieran podido evolucionar los dos protagonistas, pero lo cierto es que sus vidas hasta aquí merecen ser leídas, paladeadas, degustadas, rememoradas, releídas y recordadas. Cierto es que la primera novela es la mejor de todas, pero las dos siguientes están también muy por encima de la media y, teniendo esto en cuenta a la hora de adentrase en ellas sin expectativas imposibles, seguro que su lectura es igualmente satisfactoria. Y es que da gusto leer historias así.

[Reseña de la primera novela, Puente de pájaros, pinchando aquí].

[Reseña de la segunda novela, La leyenda de la piedra,pinchando aquí].


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