lunes, 23 de septiembre de 2013

Reseña: Hojas de dedalera

Hojas de dedalera.

Victoria Álvarez.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Versátil. Col. Narrativa. Barcelona, 2011. 519 páginas.

Tras la satisfactoria lectura de Las eternas, segunda novela de la autora, decidí volver atrás para recuperar el que fuera su debut novelístico, este Hojas de dedalera que nos ocupa. Se trataba de una obra que me había llamado poderosamente la atención en su lanzamiento, pero a la que por diversas causas había ido dejando pasar. Y después de leída, puedo afirmar que, aunque lo cierto es que no alcanza la altura de calidad de su novela más reciente, como obra novel y con sus altibajos, se trataba sin duda de un más que prometedor debut, con una historia que muestra una madurez y calidad prosística realmente llamativa en una obra primeriza. Álvarez hace gala ya de una magnífica escritura que a su vez arropa una atractiva trama romántica paranormal de misterio y crimen en una Inglaterra victoriana recreada a la perfección, con reminiscencias a Austen, Shelley o Poe —¿Acaso puede ser casualidad que la protagonista de la novela tenga el mismo nombre que el de la de uno de los grandes poemas del autor británico, que además, como podría decirse de este libro, versa sobre el amor más allá de la mera muerte?—.

En el Londres de finales del siglo XIX, la pequeña Annabel Lovelace, hija de una prostituta, se ha visto obligada a vivir en el cementerio de Highgate, en casa de su tío, guarda del lugar, quien no le tiene precisamente demasiado cariño. Diagnosticada de una afección cardiaca es tratada con digitalina, una medicina extraída de las hojas de dedalera, y crece jugando entre las lápidas, donde pronto descubre un «don», puede ser que motivado por su dolencia, para comunicarse con los espíritus de los muertos. Una habilidad que años más tarde la convertirá en la médium más importante de Inglaterra, realizando sesiones para la misma reina Victoria, pero que a un tiempo le traerá el amor y la desgracia, junto a ciertos conocimientos que quizá hubiera preferido nunca poseer.

Con la novela dividida en tres partes, son la primera y la tercera las que sostienen con fuerza el interés y la tensión de la misma, siendo la segunda —más centrada en el tema sentimental y romántico— un tanto morosa, mostrándose quizá demasiado alargada, reiterando ciertas situaciones hasta la extenuación y antojándose que, siendo de vital importancia lo que allí se narra para el común de la historia, podía haber sido un tanto «podada» o condensada para mejorar el ritmo general del relato. La primera parte, El Hada de Highgate, se centra en la infancia de Annabel en el cementerio, como una intensa introducción a la historia, mostrando cómo se inicia en el mundo del espiritismo y la difícil relación con su tío, terminando con dramáticos acontecimientos. Tras ello, la historia da un salto temporal hacia adelante para en esta segunda parte, Campo de Asfódelos, centrarse más, como ya ha quedado dicho, en la trama romántica, cuando Annabel conoce a Victor Rosenfield, con una relación que va a desembocar directamente en la tercera, Las sombras de Rosenfield Park, con un dramático desenlace lleno de acción y revelaciones.

Acertada y afortunadamente, junto a la trama romántica, la autora introduce en la segunda parte una trama de intriga detectivesca, la de los crímenes que tuvieron suceso en Whitechapel en el otoño de 1888 y que llevan a los inspectores de Scotland Yard, Frederick Abberline y su subordinado Nathaniel Willoghby, a involucrarla en el caso por si pudieran valerse de su don —maldición, más bien— para descubrir la verdadera identidad del asesino conocido como Jack el Destripador. Obsesionados con ella por diferentes motivos, Annabel va a establecer una difícil relación con ambos hombres, dando lugar a tensas situaciones. Tras esta parte, vital para establecer todo el entramado de la historia, pero que se antoja demasiado extendida en lo romántico, la historia se acelera de nuevo cuando la acción se traslada a Rosenfield Park, la mansión familiar de Victor, donde todas las líneas confluyen para el emotivo y sugerente final —que aunque se ve venir de lejos no deja de conmover y cautivar la imaginación—.

Pero si en algo llama la atención la novela, como obra novel, es en la calidad de la prosa de Álvarez, sorprendentemente madura y sólida a pesar de algunos pequeños fallos, en la trama y en el lenguaje, producto seguramente de la inexperiencia —algún pequeño fallo de coherencia interna en hechos puntuales y la aparición de algunas palabras modernas que «chocan» en ese contexto—. Con un rico y acertado uso de los recursos literarios, la autora presenta una narración en tercera persona no «omnisciente», con abundantes y fluidos diálogos, y unas descripciones hermosas, precisas y reveladoras. Muestra un Londres —y alrededores— fascinante, que se hace real ante la vista del lector gracias a la acertada, vívida y documentada ambientación histórica que la autora introduce sin avasallar en la trama.

Y es que el periplo vital de la protagonista, desde sus más que humildes orígenes hasta su condición de médium de la reina de Inglaterra, permite a la autora realizar un certero retrato de la sociedad victoriana, desde las altas esferas hasta los barrios más bajos, desde los más miserables recovecos de Highgate y Whitechapel hasta las mansiones de los acaudalados aristócratas, desde el mundillo espiritista de la época a los manejos de Scotland Yard. Un retrato que se muestra ante los ojos del lector tan verosímil y fresco como completo.

Hojas de dedalera es una interesante y provocadora historia victoriana de misterio, de crímenes, de inconfesables secretos familiares y de fantasmas ancestrales —que a veces vienen a ser lo mismo—, de drama, intriga y tragedia, con un fuerte componente de romanticismo, de un amor más allá de la vida humana y de una redención largamente buscada. Una novela que plasmaba un notable y prometedor debut que se vería confirmado después por la publicación de Las eternas. Sin duda, una autora a quien seguir la pista.

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Reseña de otras obras de la autora:

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