martes, 27 de octubre de 2015

Reseña: Todos los nombres de Maddi

Todos los nombres de Maddi.

César Narganes.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Mundos cruzados. Edición digital (epub). 214 páginas.

El Destino, ¿quién no quisiera dominarlo, doblegarlo, hacerlo suyo y poseer las claves del futuro? ¿Quién resistiría la tentación de cambiarlo a voluntad, de mejorar la existencia de la humanidad o, al menos, la propia? Y, sin embargo, qué difícil debe resultar esa responsabilidad, qué invitación al egoísmo y a la frustración. Y qué divertido puede ser leer sobre ello. Y el que no lo crea que se adentre en las páginas de esta novela. En un engañoso primer capítulo, bastante breve, se podría intuir que la obra no es sino un intento de fantasía humorística al estilo de Pratchett. Por suerte, al continuar la lectura, pronto se hace evidente que no es así, que humor y situaciones rocambolescas hay, y muchas, pero que la historia no se limita a ello, sino que ofrece mucho más. Con un pie en la fantasía mitológica, pero decididamente sumergida en la fantasía urbana, la historia se sostiene sobre los continuos giros de su trama, la información entregada con cuentagotas, el humor —absurdo en ocasiones, irónico en otras, dolorosamente crítico y certero en muchos momentos—, la aventura, el misterio y la idea de que el futuro pueda ser algo predestinado, y, sin embargo, pueda modificarse. Así, una idea subyace en el fondo del texto: Una vez escrito, ¿se puede cambiar el Destino? Aún más, ¿es siquiera algo aconsejable? ¿Puede ser beneficioso o acarrear más desastres de los que se intenta evitar? ¿Puede alguien sostener tanto poder en sus manos y no enloquecer? ¿Y, si aguien tuviera los hilos de las tejedoras en sus manos, qué no haría para conservarlos? Obtener la respuesta puede resultar sin duda peligroso para los implicados, pero divertido para los lectores.


Aitor es un joven poco destacable, desgarbado, inmaduro y bastante inseguro, casi se podría decir que mediocre, que recibe por parte de un viejo excéntrico de genio encendido llamado Eugenio el encargo de encontrar a una anciana perdida, de nombre Urdhr. Eugenio le ofrece un millón de euros de entrada y mucho más dinero si cumple con la misión. Con esas condiciones, ¿quién podría negarse? Aitor, desde luego, no. Pero, para cuando empiece a darse cuenta que se ha visto involucrado en una historia de lo más extraña será ya demasiado tarde para dar marcha atrás, abriéndosele las puertas a un mundo insospechado, donde tres ancianas tejen el destino de todos los humanos, y criaturas que se suponían imaginarias, como puedan ser los trasgos, existen de verdad. No tiene ni idea de por dónde empezar a buscar y entonces entra en escena uno de los mejores personajes del drama —sobre todo porque Aitor no es demasiado destacable y el resto se encuentra apenas perfilado—, Violeta, quien da cuenta de unos conocimientos que no debiera conocer, aportando un nuevo grado de confusión, y emoción, al habitualmente confuso cerebro del joven. Pero eso sí, le entregará las herramientas para ponerse en contacto con la misteriosa Maddi, un personaje tan enigmático como elusivo, quien teniendo una intervención aparentemente tangencial termina siendo el nudo gordiano de toda la historia.

Con una prosa en tercera persona, Narganes juega de un modo desenfadado con varias estructuras narrativas, líneas temporales, flash backs, y fragmentos a modo de cuento o historia popular que aportan cierta luz sobre los secretos y personalidades de algunos de los participantes más herméticos de la historia. En un ejercicio más que arriesgado, entre objetos cargados de simbología propia, paradojas, giros y metáforas de críptico significado, el autor maneja con soltura los tiempos y las elipsis en una historia en que el discurrir, precisamente, del tiempo tiene una importancia capital. De forma un tanto precipitada y enrevesada —e intencionada, sin duda—, se mezclan escenas sucedidas hace mucho y otras de un pasado relativamente reciente con otras que se desarrollan en la actualidad implicando distintos puntos de vista, incluyendo el de un personaje que vive hacia atrás, siendo su ayer el mañana del resto de implicados, pero sin apenas memoria del futuro —que es su pasado—.
El autor coge la cotidianidad y normalidad un tanto insustancial que ejemplifica Aitor y la destruye dejando entrar lo extraño en su mundo. Mezcla hábilmente mitología nórdica —apenas unos apuntes básicos, aunque ciertas ancianas sean vitales para la historia— y actualidad, fundiendo con delicadeza el mundo fantástico con el real, el pasado mitológico con el presente. Y lo acompaña todo de un humor agradable, absurdo, surrealista e inteligente —sin desdeñar del todo el chiste fácil y gratificante, sobre todo en los diálogos de las normas—, con ecos de Pratchett, sí, pero con una indudable personalidad propia, cierto sarcasmo y un toque de tragedia nada desdeñable.

La trama de la novela revela un «juego del escondite», donde los personajes —salvo quizá el muy perdido Aitor, quien la mayoría del tiempo se limita a «verlas venir»— se esconden los unos a los otros —aunque no tanto al lector, que a veces dispone de más datos que el despistado joven— las cartas con las que están jugando una partida de la que depende mucho más de lo que en principio pudiera pensarse. Todos esconden sus secretos, conscientes de que de salir a la luz pudieran significar una ventaja para sus adversarios. Todos se muestran más que enigmáticos —para desesperación de Aitor—. Todos buscan engañar y cegar a los demás para conseguir sus particulares objetivos, aunque al final este secretismo sea muy posiblemente algo contraproducente. Sobre el tapete el libre albedrío de toda la humanidad.

Todos los nombres de Maddi es un ameno puzzle de rápido montaje en el que todas las piezas, aparentemente deslavazadas y dispersas, terminan encajando sin fisuras. Narganes tiene el acierto de no alargar la novela, autoconclusiva, más allá de su longitud natural, haciendo que se lea en un suspiro, dejando así buen sabor e impidiendo que la trama, con mucha predisposición a convertirse en algo lioso, se le vaya de las manos. Cierto que se nota en ocasiones la condición novel de la obra. Cierto que ciertas soluciones narrativas podrían haber sido mejor pulidas. Cierto que podrían haberse explicado más algunos detalles, que se podría haber profundizado en ciertas razones, que se podría haber caracterizado más a alguno de los implicados, que se podrían haber explotado más algunas circunstancias..., pero seguramente habría sido algo innecesario. Al fin y al cabo, si es que se encuentra ya escrito, ¿acaso no es mejor no conocer todo el Destino de antemano? ¿Dejar algo a la imaginación y llenar los huecos uno mismo? Una novela para pasar un buen rato.

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