martes, 26 de enero de 2016

Reseña: El sabor de tus heridas

El sabor de tus heridas.
Dreaming Spires 3.

Victoria Álvarez.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Lumen. Col. Narrativa. Barcelona, 2016. 411 páginas.

El cierre de Contra la fuerza del viento dejaba el corazón en un puño, con varios personajes envueltos en una ola de desconsuelo, y un futuro de perspectivas poco halagüeñas. Este último libro de la trilogía viene a ahondar en aquella tristeza de vidas deshechas, de sueños y amores rotos, como viene a dejar bien claro la visita inicial de Oliver y su hija al cementerio de Highgate a depositar flores ante una tumba bajo la nevada invernal. Álvarez da final a su trilogía victoriana Dreaming Spires con el periódico homónimo desaparecido y alejando a sus personajes, una vez más, de las «agujas» y chapiteles del Oxford que le diera nombre. Y, al contrario que en las dos novelas precedentes, no lo hace con la investigación de un caso sobrenatural concreto, sino con el dramático enfrentamiento, larvado desde la anterior entrega, con el príncipe Dragomirásky y sus intenciones de perpetuarse al precio que sea. Aventura, misterio y suspense, relato paranormal, romance, tragedia, retrato de una época, apuntes históricos… Un emotivo final, con un evidente aire a lo «Fausto» y una auténtica loa a la amistad inquebrantable, que no dejará indiferente a los seguidores de la autora. —Advertencia: Si no se han leído las anteriores entregas esta reseña puede destripar algún dato relevante de las mismas—.

Navidad de 1909, cuatro años y pico han pasado desde el cierre de la última investigación de los propietarios del Dreaming Spires. Años que los han separado, víctimas de sus personales tragedias, incapaces de hacer frente a las heridas, todavía sangrantes, producidas por aquella aventura. Años que han visto a la publicación desaparecer; a Oliver vivir tan sólo por la presencia de su hija Chloë, viva imagen de la que fuera su esposa, Ailish; a Lionel dejarse enredar por el mal de la bebida y caer en desgracia; o a Alexander dejarse llevar por la rutina y la melancolía… Pero el día de Nochebuena va a propiciar, de forma inesperada y dolorosa, su reencuentro. La reaparición de la señorita StirlingTheodora— en dramáticas condiciones, perseguida por unos hombres embozados que intentan asesinarla, y el violento secuestro de Chloë que extrañamente parece relacionado con lo anterior, serán las circunstancias que fuercen la reunión de los antiguos compañeros y los pondrán en la senda del peligro.

El cuarteto emprenderá un viaje que le llevará desde las calles de un nevado y deprimente Oxford, hasta el París de los pintores cubistas —aprovechando para incluir el «cameo» especial de alguno de los máximos representantes de esta corriente pictórica—, donde se reunirán con Verónica, desplazada hasta allí para «crecer» artísticamente, y conocerán a una serie de nuevos personajes que tendrán gran relevancia en el drama por venir: la despechada Brigitte de Tournelle, el decidido coronel Cairns y su algo varonil hija Amber, el melancólico, valiente, entregado y enamorado sir Tristan Montrose… Pero su periplo, antes de poder poner punto final a todas sus peripecias, todavía ha de llevarles mucho más lejos: la ciudad balneario de Karlovy Vary en Bohemia o Budapest y a otras localizaciones igual de exóticas y atractivas, están esperando en el horizonte.

Y no sólo eso, sino que, mediante un inteligente recurso que se distancia de los socorridos flashbacks, Álvarez va a llevar también el relato hacía épocas pretéritas, consiguiendo así una historia que hunde sus raíces en el pasado dando cuenta de cómo toda esta intriga tiene su origen en el siglo XVI, en una convulsa Europa asediada por el turco invasor, cuando dos jóvenes prometidos por sus familias se conocen en persona por fin; un origen que tiene su punto álgido en 1526, en la batalla de Mohács, donde los húngaros trataron de hacer frente al ejército de Solimán el Magnífico, y en la que participa un joven Adorján Dragomirásky, antepasado del actual príncipe e iniciador de la estirpe que habría de propiciar su unión con Libuse de Schwarzenberg.

Con un tono algo más oscuro dado el drama en que los protagonistas se encuentran inmerso y una escritura de vívidas, pero agradablemente concisas, descripciones que traslada a los lectores con firmes pinceladas a los escenarios retratados, haciéndolos palpables y cercanos, reales, sin recargar en absoluto su prosa, la autora va alternando con gran naturalidad entre momentos de arriesgada acción y emocionantes peripecias, y momentos de reflexión, suspense y descubrimientos, despertando gran cantidad de sentimientos en sus protagonistas —y en su público— con singular verismo: la ira y el miedo, la duda que bloquea, el amor, el deseo y sus equívocos, el odio, los celos, la pasión, el dolor…, tienen su momento en el relato. Álvarez, mediante las reacciones de sus personajes, distanciados pero dispuestos a acudir sin falta a la llamada de ayuda de cualquiera de ellos, realiza un auténtico canto a la amistad entregada sin reservas, a la lealtad que lleva a ofrecer la vida propia en ayuda del amigo, al estar al lado del otro en sus peores momentos y al apoyo mutuo frente a la desconfianza y al peligro. Las revelaciones se van sucediendo conforme avanza la trama y los secretos de la vida del príncipe, y de sus ancestros, van siendo conocidos por los protagonistas. La tarea de rescatar a Chloë encierra no pocos riesgos, y puede que no todos los compañeros implicados en la aventura alcancen el final del camino.

Sin embargo, supeditada la trama a resolver el conflicto inevitable con el príncipe Dragómirásky, y con la revista Dreaming Spires tiempo ha cerrada, de alguna manera se echa en falta la estructura y seguimiento de una investigación estricta de un suceso sobrenatural, el trabajo detectivesco, el juego de pistas, los callejones sin salida y el volver sobre sus pasos, los descubrimientos, las pruebas descartadas, la duda sobre la veracidad de lo presenciado..., hasta alcanzar una resolución al misterio, como versaban las dos anteriores: la banshee de Tu nombre después de la lluvia y el barco fantasma de Contra la fuerza del viento. Aunque, bien mirado, el intento de desvelar la historia y los secretos tras los extraños «dones» de Konstantin Dragomirásky podría haber sido perfectamente publicado en las páginas del periódico sobre el mundo de lo paranormal, aunque exija del trío editor una implicación mucho más personal. Por una vez, no se trata de sacar un misterio a la luz, sino de enfrentar un mal que no debe seguir existiendo y que es una amenaza para todos ellos, algo que les afecta directamente. Un enfrentamiento en que la autora abandona la ambigüedad ante la posible explicación paranormal de los hechos narrados impreso en las dos entregas anteriores introduciendo de forma decidida aquí la trama en vericuetos y presencias sobrenaturales.

Como ya se intuía en las dos anteriores novelas, la autora sigue con la construcción de su particular universo y El sabor de tus heridas es, en este sentido, un libro que ofrece a sus lectores fieles un juego de detalles que la hacen especialmente significativa. Álvarez, dejando caer algún nombre a forma de cameo no presencial o pequeños guiños cómplices dentro del escenario —un renombrado inspector de Scotland Yard, un «objeto» expuesto en la colección del príncipe…, hermana esta novela también con sus dos primeras obras, Hojas de dedalera y Las eternas, apuntalando la idea de que todas ellas se desarrollan en un mismo mundo.

El sabor de tus heridas, a pesar de ser el más «breve» de los tres libros de la trilogía, tiene la longitud perfecta, sin añadidos innecesarios para «engordar» el volumen, y es un final satisfactorio para la trilogía —aunque, sin quitar merito a las otras dos y dentro de la calidad de todas ellas, la mejor entrega siga siendo la segunda, cerrando las tramas que se habían ido planteando desde la primera novela, atando cabos que incluso podrían haber pasado desapercibidos pero que demuestran lo pensada que estaba la trilogía desde un principio —o la habilidad de la autora para no olvidar nada, y despidiendo con un sabor agridulce a los protagonistas. Es un «no va más», una despedida aparentemente definitiva; mas una que, aunque no todos los protagonistas salgan al final indemnes de la ordalía, deja un pequeño resquicio para la esperanza de que Álvarez, embarcada ahora en otros proyectos literarios, pudiera retomar en el futuro las intrigantes investigaciones narradas en el Dreaming Spires.

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Reseña de otras obras de la autora:

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