domingo, 2 de julio de 2017

Reseña: Fragmentos de la Tierra Rota

Fragmentos de la Tierra Rota.

Elaine Vilar Madruga.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Sportula. Gijón, 2017. Edición digital (ePub). 150 páginas.

Fragmentos de la Tierra Rota recoge tres cuentos y una novela corta de ambientación común, parte según parece de un corpus mayor, y relacionados por el escenario en el que discurre la acción de cada uno —e incluso eso por los pelos dado que no comparten exactamente la misma geografía— y, sobre todo, por unos referentes postapocalípticos comunes. Entre la ciencia ficción post cataclísmica, el terror, la fantasía, el misticismo, el weird o el steampunk, son narraciones que navegan por aguas turbulentas con lírica belleza y cierta evanescencia, más enfocadas a transmitir sentimientos, sensaciones y mensajes —y vaya si lo consigue— que a construir una aventura, entre la denuncia del papel y la indefensión de las mujeres en la sociedad, la discriminación, el abuso, y la muestra de los horrores a los que aboca cualquier conflicto a gran escala y sus devastadoras consecuencias. Regiones de naturaleza corrupta, plagas, guerras antiguas que han dejado tras de sí tecnologías olvidadas enormemente peligrosas y magia «ancestral» heredera de arcanas experimentaciones biogenéticas, criaturas híbridas, dragones..., y siempre las víctimas, las mujeres que ven trastocada su existencia, obligadas a cumplir papeles cargados de injusticia y falta de libertad. Historias narradas con una prosa prodigiosa, poética, de gran belleza formal y una gran profundidad en las imágenes que la autora desea transmitir, que no evita, no obstante, que la lectura se haga un tanto pesada por momentos, lenta, cautiva de su propio encanto.

Es difícil analizar cada narración por separado, pues todas ellas comparten mucho más que el escenario. Un escenario de fantaciencia, donde tecnologías avanzadas, de críptico entendimiento, conviven con extraordinarias criaturas mágicas —aunque incluso para ellas podría intuirse una explicación «racional»— y fenómenos extraordinarios. En el sustrato de los cuatro relatos perviven los efectos de las guerras que perduran mucho tiempo después de terminadas estas. Las plagas que siguen dispersando sus miasmas pasado el brote de la enfermedad. Los conflictos que atrapan las pasiones, que son tan fáciles de iniciar y tan complicados de apaciguar. Las injusticias en que se ven atrapadas las mujeres en un mundo que casi las aboca a un mero papel reproductor. La esencia de las familias, la renuncia, la entrega, los prejuicios…

La Tierra Rota es una geografía devastada y contaminada, que entre la mugre y los escombros de la civilización previa esconde tesoros inesperados, magias y tecnología capaces de maravillas y que, no es una sorpresa, se utilizan casi siempre para la más mundana de las actividades del ser humano: la guerra. Una guerra que arrasó el mundo, y que, en menor escala, sigue reproduciéndose una y otra vez, triturando a los supervivientes, haciendo sus vidas más miserables si cabe. Y entre tanto horror también surge el amor, motor de alguna de las narraciones, pero se encuentra lejos de romances al uso, y muchas veces la entrega y la pasión no son suficientes para enfrentar un mundo tan cruel como este. Los relatos giran en torno a la exploración de diversas zonas de la Tierra Rota; una exploración tanto geográfica como interior de los protagonistas implicados, de autodescubrimiento, de revelación. El lector ve descubriendo algunos de los secretos más ocultos conforme los propios personajes los descubren. Son cuentos de tradición oral, de hoguera más allá de la que acechan amenazantes las sombras; cuentos que encierran una moraleja y una advertencia para el oyente, para la tribu, con más reflexión que acción propiamente dicha.

La primera narración es Khatakali, una historia sobre aquello a lo que hay que renunciar para poder «encajar» en lo establecido, y sobre si realmente merece la pena. Tras el Largo Invierno, después de la peste de Nake, nació una Generación Destruida. Niños nacidos con malformaciones, marcados por la enfermedad y la mutación, entre los que se encuentra Khatakali, que en el idioma de los antiguos significa «Historia». Muchos padres llevaron a estos niños «a los medcs, a aquellos hombres que vivían encerrados en los domos —una ciudad dentro de otra—; alquimistas del hierro, el vapor y la sinestesia», quienes, en efecto, los curaron, pero cuando volvieron, sanos, ya no eran los mismos, sino cáscaras sin personalidad. Los nakes, los que no fueron a las Factorías o a las ciudades-domo, los que mantuvieron sus malformaciones y su espíritu intactos, pronto, ante el nacimiento de una nueva generación «limpia» se convirtieron en parias, intocables, sirvientes. Como le sucedió a Khatakali, con su mano contrahecha y atrofiada, dedicada a limpiar las casas de los normas, hasta que se enamoró. Es esta una historia de amores imposibles, de castas infranqueables, de discriminación y menosprecio social, de denuncia de género. Un cuento doloroso y triste por cuanto significa renunciar a uno mismo para poder adquirir un nuevo estatus o para resultar del gusto de otros. Una historia del más desinteresado amor, el de una madre que sufre por su hija y que tan sólo quiere verla feliz, y de lo que cualquiera es capaz de hacer, de sacrificar por los seres queridos.

Evidentemente Paradoja es un cuento muy paradójico, emparentado con el anterior por la idea de que si amas a alguien tienes que dejarle cumplir sus anhelos, aunque te duela. Los Cazadores vienen en busca de Sial, el hombre de Yhlda, a quien le implora que no deje que se lo lleven al ser llamado a la leva del señor. Él no quiere luchar en una guerra que no es la suya. Contra su propia voluntad y lo que le dicta su conciencia ella realiza una magia prohibida, haciéndolo invisible, un espectro entre la sombra. Aún así, marcado como se encuentra, ella no puede hacer más por su amante, así que lo envía al bosque, con Yeneghal, una vieja hechicera poderosa y terrible capaz de hacer para él la transición. Es mucho a lo que Sial renuncia a cambio de un futuro nebuloso. Una narración que se sumerge prácticamente en la senda de una fantasía desbordante. Un relato que habla de amor y renuncia, de sacrificio, todo con una óptica marcadamente femenina —como todos ellos, por otra parte—, donde el género masculino da cuenta de muchas de sus carencias.

Mariposas del Oeste, relato que fuera previamente publicado en España en la antología de Nova Fantástica que llevaba ese mismo título, es un cuento poético y estremecedor a partes iguales, que versa sobre una niña, Anahira, que es elegida para «servir» al «Dios» al que deben presentarse todas las Hijas del Oeste. Su destino queda sellado, pero sus sueños están lejos de cumplirse. A través de unos ojos enamorados el lector va a descubrir un mundo muy poco idílico y lleno de injusticias mientras la joven abandona la visión de la niñez para entrar en un mundo adulto donde la supervivencia no está precisamente garantizada. Un mundo, además, de horrores ocultos y promesas vacías, de manipulaciones genéticas y esperanzas cada vez más escasas.

La parte del león de la antología se la lleva Promesas de la Tierra Rota, noveleta que acompaña al lector en un viaje que habrá de recorrer el paisaje desolado, postapocalíptico de la Tierra Rota llevándole a conocer a unos cuantos de sus más singulares personajes. Addyra, es la primera madre de la Primavera, acaba de dar a luz a su hijo y ha llegado la hora de convocar a su dragón protector. Según la clase del dragón que lo adopte, traerá un periodo de buenaventura o de desastres para el niño y, por asociación, para toda la tribu. El niño se llamará Melkar, y junto a su dragón, un MilOjos lllamado Sulk, emprenderá una educación que habrá de llevarle muy lejos de su madre y de su gente, la Casta de Río Arriba, en un viaje de conocimiento del mundo y de sí mismo, más allá de su pubertad, recorriendo los áridos territorios de la Tierra Rota: las Tierras Nucleares, Campo Minado, la Zona del Tráfico Verde, el Mundo de la Ceniza, el Mundo del Dios Espiral o las Ciudades Numerarias de los hombres —creo que es muy intencionado el uso en varias ocasiones del término hombres como sinónimo de humanidad, como queriendo simbolizar el robo del mundo que una mitad ha perpetrado sobre la otra mitad, empezando por lo más simbólico—.

Se trata de una narración imbuida de una fuerte carga mítica y de mucha desesperanza, de denuncia de los conflictos bélicos y de todas las desigualdades e injusticias: tribus de decreciente tasa de natalidad, que deben cumplir cierto rito asociado a la fertilidad de crueldad inusitada; un hombre con una misión imposible, liberar un campo de minas de los incontables artefactos explosivos diseminados por el mismo, pero que es incapaz de abandonar; una joven en una jaula de oro a la que se le conceden todos los caprichos, pero no deja de ser un mero objeto; un niño cuya inocencia va a ser pisoteada por el mundo que descubren en su periplo; soldados que vuelven de la guerra con extrañas malformaciones e implantes mecánicos y deben sobrevivir gracias a la caridad… Es tal la carga simbólica que termina ahogando el relato, haciéndolo un tanto pesado o farragoso en ocasiones, aunque la lectura subyacente sea de lo más interesante, pertinente y necesaria.

Estos cuatro Fragmentos de la Tierra Rota encierran historias cargadas de profundidad, narradas con una prosa prodigiosa, cargada de sentimiento. No obstante, la tendencia a «perderse» en ocasiones en la belleza de la propia escritura, en vericuetos hermosos pero evanescentes, va un tanto en contra de su propio disfrute. son historias para leer con detenimiento, con mucha calma, dejando tiempo para que todas las imágenes vayan permeando en la mente, dejándose llevar por un lirismo que no oculta el horror de la condición femenina cuando es mero instrumento en las manos de los que debieran ser compañeros y se arrogan prerrogativas de amos, cuando las mujeres son poco más que moneda de cambio en los conflictos, relegadas a tareas indignas, cuando se ven reducidas a meras gestantes y objetos de colección... Cuentos con mensaje, que hablan al corazón con el lenguaje de las fábulas y que por su naturaleza no tienen, no pueden tener, finales felices por muy poético y hermoso que sea el envoltorio.

2 comentarios:

Javi dijo...

No conocía este libro, así que me lo apunto y lo tendré en cuenta para una futura lectura.

Como siempre enorme tu reseña, siempre dan ganas de leer todo lo que comentas XD

Santiago dijo...

Hola, Javi.

Encantado de ir descubriéndoos libros. Ya comento que a mí esta lectura me resultó un tanto pesada, pero reconozco que el escenario, los temas y la prosa son muy interesantes. Tengo sentimientos contrapuestos ;-)

Ya comentarás que te ha parecido si al final lo lees.

Saludos.