sábado, 25 de noviembre de 2017

Reseña: Me tragó el igualma

Me tragó el igualma.

Víctor Guisado Muñoz.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Ediciones El Transbordador. Málaga, 2017. 155 páginas.

Es esta una historia que fluye sin descanso, sin prisa pero sin pausa, como un río poderoso que avanza cadencioso hasta que se interna en el océano. Un océano inesperado, inmenso, donde los igualmas se sumergen y navegan en el vacío, como el lector ante tantas sensaciones e imágenes evocadoras. Es un relato que encierra tanto un mundo increíble, retratado con la meticulosidad de un miniaturista, como un reto hacia la interpretación que se obtiene tras la lectura. Guisado no hace prisioneros, no hace concesiones a la galería, y desgrana sobre el papel una historia monumental —que nadie se engañe por la «brevedad» del volumen— llamada a perdurar en la memoria de todo aquel que alguna vez haya soñado con alcanzar las estrellas por sus propios medios. Es una narración de anhelos, sí, llena de la poesía de Ray Bradbury, de Angélica Gorodischer o de Italo Calvino —muchos dirán que esto no es ciencia ficción al estar repleto de eventos que podrían considerarse de alguna manera mágicos, pero ponerle cualquier etiqueta es hacerle un flaco favor—. Una obra llena de misterio y misticismo del universo, de melancolía y ternura, con una invitación a trascender los límites y alcanzar un destino superior. Un alegato de amor a esa humanidad capaz de romper el yugo de su cuerpo y mente, de amor a la naturaleza y a todos los seres que lo componen, de amor a la palabra y la poesía, al viaje sin importar el destino, a las pequeñas cosas sin las que la vida no merecería ser disfrutada.

El protagonista, el Hijo del Poeta, narra su propia historia, desde niño hasta alcanzar el destino al que siempre se supo predestinado, imbuido su relato de la poesía de su padre. De pequeño, privado de la figura materna, acompaña a su progenitor en su recolección de los frutos de los árboles-monte para ofrecerlos como poesías a todo tipo de clientes, desde los más acaudalados a los más humildes. En una existencia de vagabundeo, el poeta vive atado a lo que le da la tierra en su peligrosa labor de recolección, mientras el niño no deja de contemplar anhelante las estrellas. A través de las palabras del protagonista el lector asistirá a su crecimiento y descubrimiento del mundo que le rodea, con sus lugares fascinantes y sus injusticias políticas y sociales, al disfrute de las mieles del amor, al dolor de la ruptura, la sabiduría de la soledad, la entrega de la amistad o el precio de los sueños.

Guisado plasma su historia de una manera continua como el relato de las memorias del protagonista, sin altos, fisuras ni descansos, sin capítulos ni separaciones, y sin una linealidad estricta. Una vida llena de hitos, de luces y tragedia, de luchas y grandeza. Y lo hace con una prosa extraordinaria y elegante, que navega entre la poesía y la reflexión, llena de hermosa lírica, de música, de metáforas que llenan de brillantes imágenes la mente, de conmovedoras confidencias. La vida del protagonista está repleta de peripecias, de momentos felices y momentos dramáticos, de miedo, de decisiones difíciles, de lecciones de vida. Nunca de rendición, pero sí de entrega, de renuncia a uno mismo para integrarse en algo más grande, al Otro, el ser trascendente tantas veces encerrado hasta apagar su llama. Y adentrarse por sus caminos es entrar en un mundo de maravillas deslumbrantes, de árboles inmensos como colinas, como catedrales, entre cuyas raíces quien se atreve a entrar recolecta poesías, de seres cuasi mitológicos que navegan por el espacio y pueden desviar los planetas de sus órbitas con el poder de sus cantos, de niñas que siguen soñando contra toda esperanza, de ancianas que enfrentan a los irracionales sin más arma que sus palabras, de delfines que se comunican con los humanos, de barcos que se dice pueden volar si los enamorados cantan al unísono en perfecta armonía sentimental...

Y es que la fuerza que mueve el universo, parecen decir las vivencias del libro, es el amor —romántico, por supuesto, pero sobre todo filial, fraterno, de amistad, de entrega desinteresada, de sentirse bien con el mundo, de compartir y ser con los demás—. La soledad del protagonista es una senda hacia el autoconocimiento, necesario para emprender el auténtico camino, para poder evolucionar hacia aquello que en potencia está dentro de uno. Esa soledad es una lección, cuya plasmación seguramente sería poder ver lo poco que es en realidad uno por sí solo. Hay muchas lecturas encerradas entre estas páginas. El ser partícipe de la naturaleza, respetar al mundo que nos sustenta. En varias fases se destaca la valentía del pacifismo, de una no violencia que en ningún sentido encierra una rendición, sino del valor que requiere romper las cadenas del ojo por ojo y no dejarse arrastrar por la ira, la tristeza o el odio. Hay una invitación a levantar los ojos y contemplar la hermosura del cosmos ante el que tan poca cosa somos, y una crítica nada velada al gris trabajo cotidiano y aburrido que ata a una mesa ahogando expectativas y anhelos, a la rigidez de trajes y corbatas que simbolizan la opresión de un sistema insostenible, a esas rígidas normas sociales que constriñen la creatividad y las aspiraciones.

La edición de El Transbordador viene acompañada de un Prólogo a cargo de Antonio Guisado que habla de las casualidades de la vida y la amistad, y de un Postfacio de Elías F. Combarro que desvela algunas claves con las que seguir reflexionando una vez cerrado el libro ¿Es un libro para todo el mundo? Seguramente no, y aún así voy a ser tan aventurado como para recomendarlo. No cerréis la mente, dejaos llevar. Es precisamente esa una parte del mensaje. Se trata de un libro exigente, que requiere atención y reposo, que merece la pena ser leído despacio y con tiempo, en tranquilidad absoluta, pero no porque sea especialmente complicado, sino por todo lo que transmite, por la enorme cantidad de imágenes que evoca, por todas las reflexiones que suscita. Es una advertencia, una llamada de atención, tanto como un pequeño canto de esperanza. Cuando la realidad muestra su cara más fea, hay que atreverse a enfrentar la belleza de lo desconocido, del universo, y trascender, no como una huida, sino como una reafirmación.

4 comentarios:

Javi dijo...

Pedazo de reseña, ahora leo la mía y me parece todavía peor...Voy a tener que dejar de leerte o me deprimirás XD

Muy de acuerdo con lo que comentas, no es una lectura sencilla ni para todo el mundo, pero si se realiza el esfuerzo merece muy mucho la pena.

Saludos

Santiago dijo...

Jope, no me digas eso, que yo no quiero deprimir a nadie ;-)

No, en serio. A mí tus reseñas me gustan. Están muy bien estructuradas y razonadas, con los pros y los contras, y el resumen final perfectamente delimitado. Yo en las mías me voy por los cerros de Úbeda y me alargo demasiado. Supongo que cada uno tiene su estilo.

Y sí, el esfuerzo de leer este libro merece la pena.

Saludos

Mangrii dijo...

Vale, compro. Estaba ya bastante convencido de ello (tras la sinopsis y nota de prensa) pero esta reseña me ha terminado de convencer de lleno, la oportunidad la va a tener conmigo. Un abrazo^^

Santiago dijo...

Glups. Esto empieza a ser mucha responsabilidad :-D

Espero que lo disfrutes. Hay que hacer un pequeño esfuerzo, pero merece la pena ;-)

Saludos