domingo, 5 de noviembre de 2017

Reseña: Planetas invisibles

Planetas invisibles.

VV.AA. Ed. Ken Liu.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Alianza editorial. Col. Runas ciencia ficción y fantasía. Madrid, 2017. Título original: Invisible Planets. Traducción: Manuel de los Reyes y David Tejera Expósito. 382 páginas.

La ciencia ficción china, al menos hasta tiempos muy recientes, no era nada habitual en nuestro mercado. Muy pocos autores habían tenido la suerte de ser traducidos a español, algo que, aunque todavía lentamente, parece estar cambiando. La presente antología nos llega de la mano del reconocido Ken Liu, famoso por sus cuentos y su trilogía de La dinastía del Diente de León y, como el mismo antólogo —y traductor del chino al inglés de estas obras— indica en su introducción, el volumen no pretende ser una muestra cabal y representativa del género en China —algo imposible en cualquier país y ante la gran cantidad de subgéneros del fantástico—, sino tan sólo de la producción de los autores y autoras elegidos para la ocasión, llamados tan sólo a «defender» sus obras, algunas de las favoritas del propio Liu. Siete autores, trece relatos y tres ensayos que rayan a una altura magnífica. Unas obras de enorme amplitud temática y de enfoque, con un evidente aroma globalizado y un mensaje universal pero con un sabor oriental enormemente atractivo para el lector occidental. Una ciencia ficción que nada entre los géneros con desparpajo, mezclando tecnología de lo más futurista con leyendas tradicionales, robots con «fantasmas», con gran profundidad humana y aceradas reflexiones sobre el paso del tiempo y todo lo que ha de venir y lo que puede llegar a significar para las personas. Unas obras trasladadas a nuestro idioma desde el inglés y que gracias a la esmerada labor de sus traductores al español no pierden encanto ni mensaje por el camino.

Se abre el volumen con la Introducción de Ken Liu: Sueños de China. Un texto donde Liu pone en perspectiva la selección de los relatos aquí incluidos, así como viene a cuestionar la idea de una homogeneidad dentro de la «ciencia ficción china», rechazando un tratamiento «genérico» único de toda ella. Resulta imposible definir la producción de todo un país tan sólo con unos cuantos autores seleccionados. Posteriormente, además, Liu se encarga de esbozar una mínima y acertada introducción a cada autor, haciendo aún más atractivo el volumen.

Chen Qiufan abre la sección de relatos propiamente dicha con tres cuentos que dan cuenta de la mentada amplitud genérica incluso dentro de la obra de un mismo autor. Con El Año de la Rata el lector se va a encontrar con un estudiante recién licenciado que, ante la falta absoluta de oportunidades laborales, se ve en la tesitura de enrolarse en un escuadrón de lucha contra la proliferante población de ratas genéticamente modificadas. Ratas bípedas inicialmente creadas con propósitos benignos, como mascotas de lujo, pero que han llegado a resultar todo un problema. Un problema que pronto se va a revelar quizá mucho mayor de lo que nadie pudiera llegar a sospechar. La advertencia sobre jugar con la naturaleza resulta evidente, pero también la rigidez del pensamiento de cierto tipo de dirigentes, de las conspiraciones y el silencio que muchas veces ponen en riesgo a los inocentes implicados, de la crueldad del ser humano para consigo mismo, de la fragilidad de la amistad y de la ceguera voluntaria que lleva a minimizar algunos problemas que posiblemente anticipados hubieran tenido mejor solución. Pero también de la capacidad de algunos de «humanizar» al otro, de la empatía y la compasión necesarios para comprender al que es diferente, aceptándolo como un  igual, como una víctima en el eterno juego de la competencia, por mucho que cueste.

El muy emotivo y doloroso El Pez de Lijiáng muestra un futuro utópico un tanto desolador, donde la propia realidad ha sido suplantada por sucedáneos. El narrador se ve obligado a realizar un retiro terapéutico para recuperarse de una afección —más bien desafección— laboral, que se convierte en un viaje nada idílico al pasado, donde toda comparación resulta odiosa y donde cualquier gesto de estima puede ocultar intenciones de lo más interesadas. El suelo se retira bajo los pies cuando uno no puede fiarse de lo que está viendo, cuando lo que le rodea es una mera imitación de lo que fuera, donde nada es auténtico y donde los sentimientos se fuerzan como mera terapia terapéutica y donde incluso esa terapia es un experimento. Los individuos están indefensos, sin poder hacer frente a una realidad cada vez más asfixiante y poco gratificante. Todo se encuentra supeditado a la producción, incluido el propio tiempo; corrompido por la comercialización de todo lo que se encuentra alrededor, dominado por la publicidad... ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Pudiera ser.

La flor de Shazui habla de la urbanización salvaje que lleva a formar auténticos guetos de penuria. De emigración forzosa y de injusticias repetidas una y otra vez. La ambición desatada, el tráfico de influencias y la inoperancia de ciertos organismos políticos están a la orden del día. Shazui, antaño un tranquilo pueblo de pescadores, sufrió una brusca transformación en zona residencial. Al amparo del rápido crecimiento los propietarios construyeron edificios cada vez más altos y más cercanos los unos a los otros, al punto de impedir a la luz del sol alcanzar la calle, maximizando el espacio residencial, esperando que el gobierno pagase una ayuda por cada piso, algo que no llegó a suceder al terminarse los recursos económicos, convirtiendo los enormes edificios inacabados en guetos y ruinas que la gente visita como recordatorios históricos. Un hombre, que escapa de un pasado marcado por la violencia, busca el olvido y quizá el perdón allí, en los bajos fondos, así que no podrá evitar implicarse en la vida de una joven prostituta a la que intentará ayudar. Entre el ciberpunk y el dilema humano es cuento realmente atractivo.

A continuación uno de los grandes y mejores descubrimientos de esta antología es la obra de Xia Jia, con una profundidad y repercusión que siguen levantando ecos en la mente mientras se leen y mucho tiempo después de haberlos leído. Su primer cuento, con cierta afinidad a las películas del Estudio Ghibli —en mi caso no podía apartar de mi mente ciertas imágenes y escenas de las películas Pompoko o El viaje de Chihiro, tanto por el desfile en sí como por los fascinantes personajes que aparecen y por su tono crepuscular— Cientos de fantasmas desfilan esta noche es una triste y nostálgica historia de derrota en la que un niño, criado por los espíritus que habitan el barrio turístico, ahora de capa caída, en que ha sido acogido, debe descubrir su verdadera naturaleza. Una historia sobre el paso del tiempo y el cambio inevitable. Sobre lo que significa la naturaleza humana, sobre el descubrimiento de la identidad, sobre el amor desinteresado y sobre secretos que a veces es mejor no conocer. Maravillosa.

El conmovedor El verano de Tongtong, es un relato muy al estilo de Ray Bradbury —aunque esté muy mal lo de comparar, pues cada cual tiene su propio enfoque— sobre la vejez y el amor filial, donde algunos ancianos empiezan a recibir un cuidador robotizado monitorizado a distancia de forma virtual, algo que se explorará a través de los ojos de una niña cuyo abuelo, tras sufrir un pequeño accidente, no está muy conforme con la pérdida de libertad que le supone el suyo. El modo en que las nuevas tecnologías influyen en las personas hasta un nivel emocional, dejando una huella fácilmente rastreable, y de la manera en que la intención original tras cada adelanto puede irse modificando por el uso que sus destinatarios deciden otorgarle. Pero también una lúcida mirada sobre la edad, sobre el modo en que se infantiliza y se aparta a un lado a los ancianos en ciertas sociedades, sin tener en cuenta todo lo que todavía tienen que aportar. Un cuento que es un canto de amor hacia nuestros mayores y un recordatorio de que el tiempo pasa para todos. Y también un claro ejemplo de que la tecnología puede traer grandes cosas a sus usuarios.

El paseo nocturno del dragón equino es un cuento de finales, de anhelos quizá incumplidos, de destinos fallidos, de sueños por cumplir. Un cuento postapocalíptico tan trágico como hermoso en un mundo arrasado, pero donde todavía queda espacio para la belleza y los sueños, y donde la desaparecida humanidad sigue siendo añorada. Un viejo droide, un dragón mecánico, recorrerá paisajes marcados por la ausencia de sus antiguos pobladores, donde la naturaleza ha reclamado sus antiguos dominios, llenando al lector de nostalgia y una evanescente sensación de tristeza. Los cuentos de Xia Jia llegan al fondo del alma y, con toda su tristeza, hacen mirar el futuro con otros ojos.

Con un muy evidente trasfondo político y una oscura, bastante pesimista, visión del futuro, se presenta el cuento seleccionado de Ma Boyong, muy en la línea del clásico 1984: La ciudad del silencio presenta una distopía donde el estado ha controlado el milímetro el acceso de los ciudadanos a Internet, toda información y acceso está regulado, y la mayor parte de contenidos censurada al punto de existir una lista de Palabras Convenientes que pueden ser utilizadas por los usuarios de la red, cada vez menor, algo que se ha trasladado a la vida en general. El Número de Serie de Acceso a la Red se ha convertido en la única identificación de las personas. El contacto personal es casi inexistente y la rebelión es prácticamente imposible cuando es el propio lenguaje el que limita cualquier interacción. ARVADAN19842015BNKF es un programador que sueña con un contacto humano dentro de la aséptica vida que le ha tocado en suerte. El control estatal, la censura de contenidos y de pensamientos, las cadenas impuestas sobre el lenguaje son prácticamente absolutos, cada vez más presentes, convirtiendo a los ciudadanos tanto en víctimas como en cómplices involuntarios de su imposición. Pero, sin una válvula de escape, ¿puede un ser humano conservar intacta su cordura? ¿Si no se tiene nada qué se puede perder?

A continuación vienen dos relatos de Hao Jingfang, incluyendo el que da título a la antología: Planetas Invisibles, que resulta ser un compendio de mundos imaginarios, con sus sociedades, costumbres, geografías, cosmologías y características diferenciales, siendo quizá el relato con el que menos he conectado —posiblemente porque las Ciudades invisibles de Calvino tampoco es uno de mis favoritos—. Sin embargo, debo admitir que llega un momento en que la fascinación de lo descrito rompe cualquier reticencia y termina conquistando la atención. Un  relato que, hablando de mundos distantes, no deja de hablarnos de nosotros mismos.

Entre los pliegues de Pekín, sin embargo, es una maravilla de principio a fin, dejando con la boca abierta por la ambición de lo planteado. Un Pekín que vive en tres periodos diurnos diferentes, rotando la ciudad, doblándose sobre sí misma para dar paso de uno a otro. Tres Espacios que también marcan tres estratos sociales muy diferentes marcados por el estatus de sus ciudadanos; desde los desfavorecidos obreros dedicados a producir sin descanso y a vivir siempre bajo la luz artificial que ilumina su noche, a una casta burocrática hasta desembocar en una élite dirigente con enormes privilegios como disfrutar de las doce horas diurnas del día. Pasar de un mundo a otro es enormemente difícil, pero siempre hay quien está dispuesto a intentarlo si la recompensa es suficientemente atractiva o si la desesperación ha alcanzado niveles intolerables. Una historia de maravillas tecnológicas con enorme profundidad humana en la que Lao Dao, un  procesador de residuos del Tercer Espacio busca desesperadamente una forma de pasar al Primero intentando mejorar la vida de su hija. La lucha de clases y el justo reparto de la riqueza es una utopía cuando la división no está marcada por el estatus sino por fronteras prácticamente infranqueables, la disparidad social llega a convertirse en una lucha mental, cuando el protagonista se muestra prácticamente en shock ante las abismales diferencias que va a encontrar en su periplo por los tres estilos de vida abiertamente contrapuestos. Ameno, fascinante, doloroso y certero. Ver que los que de verdad construyen y mantienen los lugares nunca están invitados a las celebraciones de sus aniversarios significativos debería hacernos reflexionar sobre el mundo que nosotros mismos estamos construyendo. Un cuento perfecto en su conjunto.

Tang Fei, con un único y enigmático relato consigue encandilar al lector. En Chica de compañía juega con todas las preconcepciones mostrando a una colegiala que se entrega a diferentes clientes, lo que causa revuelo, y cierta envidia, entre sus compañeros académicos. Los adinerados hombres de negocios pagan grandes cantidades de dinero por su compañía y servicios. Pero estos servicios no son los que el lector espera. Un  relato sobre sueños y lo que cuesta alcanzarlos. Sobre ambiciones desmedidas y lo que cuesta, no siempre al que las ambiciona, alcanzarlas.

Llega entonces Cheng Jingbo con La tumba de las luciérnagas. Se podría aventurar que se trata de un relato de fantasía hard, un cuento de hadas en el final de un mundo, cuando las estrellas se apagan, con una historia de amor totalmente inclasificable a lo largo del tiempo y el espacio. Una historia tan poética como críptica que depende demasiado de la complicidad e implicación del lector, pero que depara grandes momentos. Imposible decir más sobre ella.
Liu Cixin es muy posiblemente uno de los autores chinos más reconocidos por el público español. De hecho El Círculo es parte del primer libro de su trilogía de El problema de los tres cuerpos planteando una curiosa historia de un rey y un consejero que buscan una forma de determinar el futuro mediante cálculos matemáticos, y computacionales, que implican a cientos de soldados en formaciones determinadas, y que seguramente funciona mejor dentro de la novela que como relato independiente; y Cuidando de Dios había sido ya traducido como ¿Quién cuidará de los dioses? en la antología Terra Nova 3, siendo un divertido cuento, casi perteneciente al esperpento que, sin embargo, habla al corazón del cuidado y el respeto a los mayores. Un día, sin aviso previo, un buen número de naves alienígenas se sitúan en órbita geoestacionaria sobre la Tierra. Al mismo tiempo miles de ancianos con sucias túnicas y largas barbas empiezan a aparecer por todas las ciudades del planeta. Dicen ser los ancestros de la humanidad, sus creadores en realidad, y tienen pruebas para demostrarlo. Han venido para pasar aquí sus «últimos» días, y cada familia humana deberá acoger, al menos, a uno de ellos. El relato se centra en la familia de Quiusheng, dando cuenta del paso de la inicial euforia creada por las promesas tecnológicas que los recién llegados traen con ellos al creciente desencanto y reprimida furia cuando esa tecnología se demuestra inalcanzable y los ancianos totalmente torpes e inútiles —no saben manejar ningún aparato ni realizar las tareas más básicas, no producen…—  pronto se convierten en una carga debido al coste de mantenerlos. Con un tono decididamente divertido aborda sin embargo un tema tan importante como es el de la relación que los «jóvenes» establecen entre el valor de los conocimientos que aportan los ancianos y el coste de su mantenimiento. El humor no oculta su profundidad.

El volumen se completa con tres ensayos que proyectan luz sobre la historia, antigua y reciente, de la ciencia ficción china, resultando tan esclarecedores como interesantes aún pensando en su brevedad y necesaria concreción. Son El peor de todos los universos posibles y la mejor de todas las Tierras posibles: El problema de los tres cuerpos y la ciencia ficción china de Liu Cixin, La generación dividida: La ciencia ficción china en una cultura en transición de Chen Qiufan y ¿Qué hace que la ciencia ficción sea china? de Xia Jia.

Una antología monumental, enormemente recomendable, ya no sólo por su carácter de punta de lanza de la literatura de género china, sino porque cada uno de estos cuentos es una pequeña perla engarzada en un collar precioso. Es curioso un tono en general triste y nostálgico, proyectando problemas del mundo actual —no sólo de Oriente— hacia un futuro que en ocasiones se muestra sorprendente y otras calamitoso. Reflexiones enormemente vigentes sobre el futuro de la propia humanidad, sobre la vejez, sobre las injusticias sociales, sobre el amor, sobre el paso del tiempo, sobre la tecnología y todo lo que, positivo y negativo, tiene que aportar... Una antología imprescindible para los amantes del género fantástico venga de donde provenga y que, remarco una vez más, se disfruta con enorme placer gracias a la meritoria labor de ambos traductores. Una antología perfecta `para descubrir que el «alma» humana no difiere tanto de un remoto lugar a otro del planeta.

2 comentarios:

Javi dijo...

Tiene muy buena pinta y tras leer tu reseña todavía me han dado más ganas de leerla.

Como siempre una reseña excelente.

Saludos

Santiago dijo...

Es una antología magnífica, muy completa e interesante. Me atrevo a recomendarla sin dudarlo a cualquier amante del género fantástico ;-)

Saludos