jueves, 19 de julio de 2007

Reseñas: La brisa del Egeo

La brisa del Egeo.

Ana Muncharaz Rossi.

Reseña de: Jamie M.

Hegemón Ediciones. Zaragoza, 2007. 192 páginas.

La brisa del Egeo se abre con una introducción en la que el lector asiste, el día de la fiesta de las Panateneas y desde los ojos del magistrado Alceo, al momento inmediatamente posterior al asesinato del tirano de Atenas, Hiparco, y al de uno de sus propios asesinos, Harmodio, a manos de la guardia del primero. Los cuerpos de ambos permanecen tendidos en el suelo, e Hipias, el hermano de Hiparco, también tirano de Atenas, clama a los dioses.

A partir de ese momento el libro se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera de ellas se relata la infancia y juventud de Alceo, un joven de familia noble, destinado a convertirse en parte de la clase gobernante de Atenas, y de su educación junto a la figura histórica del sabio Solón, quien fuera arconte de Atenas, pero que en el momento de la narración vive retirado de la vida política de la ciudad. Alceo, taciturno por naturaleza, irá abriendo sus ojos a las cosas que le rodean, llenando de filosofía su vida y cambiando de alguna manera el destino para el que había nacido, convirtiéndose en su lugar en magistrado de Atenas.

En la segunda parte, a mi gusto mucho más interesante que la primera, se asiste a la investigación del asesinato en sí, a la búsqueda de las causas y motivos que llevaron a dos hombres aparentemente poco “heroicos” a atentar contra la vida de los tiranos de Atenas, provocando con ello un movimiento que hará temblar los cimientos de la propia ciudad. Alceo pronto descubrirá que nada es tan claro como podría parecer en un principio, que las motivaciones de los asesinos no eran tan altruistas como a él le gustaría creer y que el tirano superviviente, Hipias, sabe mucho más de lo que dice y que busca el fracaso de Alceo motivado por un odio que ambos comparten.

Nos encontramos así con un enfrentamiento no tanto físico sino de voluntades, donde uno tratará de descubrir la verdad pese a que ésta pueda defraudarlo y el otro tratará de entorpecer su tarea en el convencimiento de que aunque triunfe en ella los resultados tampoco habrás de satisfacerle. La brisa del Egeo no es tanto literatura histórica, aunque se sitúe en la Grecia Clásica, sino una novela de intriga, donde lo importante no es tanto el trasfondo, los edificios, los usos y costumbres, el decorado en definitiva (aunque también haya algo de ello), sino más bien el desvelar las razones que llevaron a Aristogitón, un afamado luchador, y a Harmodio, un joven y acomodado noble, a perpetrar el tiranicidio. Son muchas las preguntas a las que Alceo tendrá que ir dando respuesta, abriéndose paso entre las contradictorias pistas de las que dispone y enfrentándose en todo momento a los impedimentos que Hipias pone en su camino. ¿Actuaban los dos asesinos en solitario? ¿Existía en realidad una conspiración para derrocar a los tiranos? ¿Es más poderosa la palabra que la espada? ¿Es el amor la auténtica fuerza que mueve el mundo?

Alceo se irá implicando más y más en el caso, tanto por el odio que le inspira el tirano superviviente, al que desearía ver derrocado y lejos de Atenas, como por la fascinación que le produce la historia de Aristogitón y Harmodio que va surgiendo ante su muchas veces sorprendida mirada. Y dicha implicación le arrastrará mucho más allá de lo que en un principio tenía planeado o podía siquiera sospechar, hasta el punto de que muy posiblemente el destino de la propia ciudad de Atenas penda de su mano.

El libro trata, en verdad, sobre la voluntad de los hombres en el uso del poder, de su manipulación, de su abuso, de su perversión; y sobre las pasiones desatadas tanto por el amor como por el propio poder. Y habla, casi con algo de filosofía, sobre la diferencia entre la realidad de los hechos y la visión que sobre ellos quieren tener en verdad las gentes. Y es que, a pesar del dictamen de Alceo, el pueblo es quien saca sus propias conclusiones y da y quita razones.

La prosa de Munchazaz es concisa, concreta, de frases cortas, sin excesivos artificios ni descripciones innecesarias, consiguiendo aún así algunos momentos extrañamente evocadores. Hay que poner un poco de atención para no perderse entre la extrañeza que nos producen los nombres griegos, ya que alguno de ellos no son precisamente fáciles de retener (sin embargo son los que eran, la autora no se toma licencias en ese asunto), pero lo cierto es que el libro se lee en un suspiro.

1 comentario:

Juan Arellano dijo...

He leido no hace mucho sobre Harmodio, Hiparco, Aristogitón e Hipias en el libro El cantante de Salmos de Mary Renault, se trata aprentemente del mismo hecho narrado en este otro libro.
Saludos.