lunes, 5 de agosto de 2013

Reseña: Un escarabajo de siete patas rotas

Un escarabajo de siete patas rotas.

Santiago Eximeno.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Amargord ediciones. Col. Cana Negra Microrrelato # 8. Madrid, 2013. 104 páginas.

Amargord ediciones, dentro de su colección Cana Negra, ha decidido iniciar una sub colección dedicada a los cuentos ultra cortos, llamándola precisamente Cana Negra «Microrrelato», e inaugurándola con el título que nos ocupa —junto a Esa dulce sonrisa que te dejan los gusanos, de Alberto García-Teresa—. Un escarabajo de siete patas rotas es la recopilación de un buen número de obras, tanto inéditas como ya publicadas —incluso premiadas— de la «ficción mínima» escrita por el autor, gran experto en esta «distancia», e incluye cuentos que van desde apenas dos líneas de los más cortos hasta cinco páginas el más «largo» de todos ellos, aunque los más se manejan en la distancia de uno o dos párrafos apenas.

Los microrrelatos o cuentos ultra cortos son, o deberían ser, a la prosa lo que los haikus a la poesía. Pequeñas piezas que deben «transmitir» lo máximo con el mínimo de palabras posibles. Las obras brevísimas de Eximeno presentes en este volumen lo son.

Son obras que presentan una situación que parece conducir en una dirección concreta, cotidiana y habitual, para en un giro final, en una frase, en un pequeño cambio, lanzar la conclusión en otra radicalmente distinta, normalmente con una dureza desoladora, pero con una extraña belleza que dulcifica y a la par amarga. En esta ocasión, los textos no buscan tanto sorprender —que también—, divertir o «epatar», rompiendo con los esquemas mentales de los lectores, sino cautivar sus sentimientos y sensaciones. Plantean una situación aparentemente idílica, de una normalidad apabullante, para mostrar la realidad subyacente con una conclusión no tan demoledora como emotiva.

Y es que en el título, magistralmente elegido, queda explicado desde el principio el contenido y la intención del libro, que se abre con los versos de Oda a la tristeza de Pablo Neruda:

        Tristeza, escarabajo
        de siete patas rotas,
        huevo de telaraña,
        rata descalabrada,
        esqueleto de perra:
        Aquí no entras.

Historias sutiles, muy tiernas en ocasiones, mostrando muy diferentes tipos de amor; descarnadas e irónicas en otras; reflexivas las más de las veces —hay que paladear cada relato, sin prisas, sin atropellarlos, sino dejando pasar un tiempo entre uno y otro—; nostálgicas y melancólicas casi siempre, y sobre todo tristes. Con una tristeza que de alguna manera llega incluso a producir dolor. La tristeza de lo que unos seres humanos pueden hacerles a otros, del abandono, de la crueldad, de las difíciles relaciones familiares, del odio hacia uno mismo o hacia otras personas cercanas, de la indiferencia, del final de la infancia y sus sueños..., pero también de las consecuencias de la enfermedad, de la vejez y de la pérdida más importante: la de la memoria. Una pérdida que convierte lo más cotidiano en una pesadilla de inmensas dimensiones, en un territorio desconocido que se ha olvidado hasta cómo explorar, que encierra la ser humano en un cascarón que los demás, sus seres queridos ya siquiera reconocidos, no pueden atravesar.

Puntos de ruptura donde lo más normal se troca de pronto en inseguridad o indeterminación; el momento en que retiran la alfombra bajo los pies para descubrir que no hay suelo sino una larga caída. El instante en que, cuando más confiado e inadvertido se estaba, se descubre el final de una esperanza. Relatos que a través de una prosa afilada cual bisturí o escalpelo se clavan en la memoria casi sin que uno se de cuenta, diseccionando la mente y dejando helado el corazón. Epitafios que no entregan consuelo, que no engañan con falsas esperanzas, que entristecen por su palpable realidad. Píldoras amargas que llenan de añoranza. Nano historias de una violencia palpable, física y mental, que duele más al estar destinada a los más débiles: los niños, ciertas mujeres, los ancianos...

Al contrario que en obras anteriores del autor no hay lugar aquí para lo macabro, lo lúgubre o lo truculento. No hay más horror aquí que el horror vacui que cada lector lleva consigo y que busca desesperadamente llenar, muchas veces sin conseguirlo. No hay más miedo que el de buscar en las entrañas y encontrarse protagonista de alguna de estas historias aunque sea en carne ajena —¿Quién, en estos tiempos, no conoce a alguien cercano aquejado de demencia o alzheimer? ¿Quién no ha oído de algún caso de maltrato, infantil o de cualquier tipo? ¿Quién no ha sufrido en primera persona o a través de un familiar o de un amigo, los golpes de la vida, su injusticia, sus muertes prematuras, sus enfermedades devastadoras, sus pérdidas inexplicables...?—.

De todas estos dolores, de todas esas tristezas —y de muchas más— se nutren los microrrelatos de Eximeno, auténticas lecciones vitales, enternecedoras muchas de ellas —cómo no emocionarse ante la niña que espera la vuelta de una madre que no ha de volver, del niño enfermo que no puede jugar con los demás, del hijo cuyo padre ya no recuerda su nombre ni quién es esa persona que lo cuida, del nieto que a pesar de todo ama a su abuelo...—, pero, quizá por ello mismo, por esa visión entre cariñosa e irónica, mucho más cercanas y demoledoras, a la par que evocadoras.

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