sábado, 7 de febrero de 2015

Reseña: Contra la fuerza del viento

Contra la fuerza del viento.

Victoria Álvarez.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Lumen. Barcelona, 2015. 525 páginas.

Aunque sucede unos pocos años después de Tu nombre después de la lluvia no se trata de una «continuación» propiamente dicha, sino de una aventura totalmente nueva de los protagonistas de aquella, los propietarios del periódico Dreaming Spires dedicado a la investigación de los fenómenos paranormales desde una óptica racionalista. Una novela que vuelve a dar cuenta del gran despliegue de imaginación temática, riqueza estilística y gusto por el género victoriano de la autora. Álvarez ha depurado hasta lo extraordinario su estilo, despojándose de todo lo innecesario y manteniendo un firme y equilibrado pulso del relato, tanto en los momentos de acción como en los más reposados, dando cuenta de una prosa tan acertada como efectiva y evocadora. Con toda la fuerza de su juventud demuestra una sorprendente madurez, ofreciendo un renovado relato de «época» de apariencia decimonónica, lleno de aventura, suspense, romance, fantasmas, magia vudú y muchas sorpresas que hacen de su lectura un agradable placer.

Tras su periplo por Irlanda en busca de aclarar la leyenda de una famosa banshee los propietarios del Dreaming Spires, Alexander Quills, Lionel Lennox y Oliver Saunders, adquirieron cierta notoriedad dentro de su campo —sobre todo este último al novelar todo lo acaecido en un libro que ha alcanzado bastante éxito al inicio de esta nueva narración—, pero, en general, han pasado unos años tranquilos. Ahora una nueva aventura sale a su encuentro cuando surja la posibilidad de investigar los intrigantes y sombríos sucesos que envolvieron el misterioso hundimiento, en 1862 en plena Guerra de Secesión, del bergantín Perséfone cuando navegaba por el Mississippi a punto de arribar a Nueva Orleans, llevándose consigo al fondo del río a toda su tripulación. El grupo se embarcará rumbo a los EE.UU. para investigar las misteriosas circunstancias que envolvieron el hundimiento y las supersticiones que sobre el suceso y el pecio hundido todavía se extienden entre los lugareños, quienes rehuyen sumergirse cerca del mismo.

La minuciosa investigación, reuniendo laboriosamente todas las piezas de un complicado rompecabezas, va sacando a la luz las extrañas y algo inquietantes eventos que llevaron a aquella aciaga noche, con diversos personajes enredados en una historia de ambición, de celos y retorcida magia. Pequeños detalles, confesiones inesperadas, pistas que llevan a reveladores indicios, retazos de conocimiento de los lugareños van dando forma al pasado y de la búsqueda de los protagonistas va surgiendo la trágica historia de Viola Vandeleur, esforzada dueña de la plantación a la que da nombre su apellido y ante la que navegaba el Perséfone cuando se fue al fondo del río, y de William Westerley, el capitán del mismo, un hombre entregado a la causa del Sur, un intrépido y noble contrabandista no exento de contradicciones en su forma de actuar. Las tramas se solapan mientras el relato crece en profundidad y los personajes van desplazándose por terreno resbaladizo sin saber del todo a qué atenerse.

Álvarez tiene el acierto de mantener un perfecto equilibrio entre la duda y la certeza sobre los elementos fantásticos que surgen a lo largo del relato, sugiriendo su existencia y a la vez cuestionando en todo momento la explicación paranormal de los sucesos, haciendo dudar a los personajes, y a los lectores, jugando con su percepción de la situación. Los protagonistas afrontan la investigación de lo sobrenatural con un enfoque decididamente racionalista, con un sano escepticismo que, no obstante, no conlleva una cerrazón mental que les impida aceptar lo —aparentemente— imposible. Al fin y al cabo uno de ellos está casado con una joven dotada de ciertos dones extraordinarios. El elemento paranormal está introducido con una disimulada elegancia, sin estridencias, pero con un evidente gusto por el misterio y un firme y hábilmente dosificado uso de la tensión y la amenaza a la que se ven abocados los protagonistas. Las espeluznantes muertes, los atentados contra sus vidas, los fantasmas que se alzan desde el Mississippi… dotan al relato de un aura de intriga sobrenatural irresistible. Dentro del carácter victoriano y decimonónica de la novela, el romance se encuentra incluido en sus dosis justas, despojado de —casi— todo posible edulcorante e introducido en la narración con una delicadeza exquisita, sin apoderarse del escenario pero siendo en todo momento presente, causa a la vez de drama y de alegría. Como parte de este tipo de romanticismo, la autora, gran amante de los cementerios, no podía evitar incluir una visita de alguno de sus protagonistas al de Lafayette en Nueva Orleans, donde bajo la lluvia y junto a todo el encanto de sus mausoleos y estatuas se va a desarrollar una de las más intensas escenas de la novela, dando cuenta del gran dominio de sus personajes, de sus sentimientos y reacciones, del que hace gala Álvarez.

Y es que el relato hace gala de una ambientación radicalmente diferente de la del anterior libro, pasando de la brumosa Irlanda a las plantaciones y pantanos que bordean el Mississippi, con sus historias de esclavos, sus heridas todavía no totalmente cerradas de su derrota frente al Norte y su magia vudú. Un lugar, en apariencia, menos potencialmente espeluznante que la tétrica mansión en que se desarrollaba la historia de Tu nombre después de la lluvia, pero que en las manos de la autora demuestra un enorme potencial, haciendo de la historia algo totalmente diferente de la anterior en vez de repetir unos mismos esquemas. Sin ser en absoluto una novela «histórica» da gusto observar la cantidad de datos y detalles de la época que Álvarez va incluyendo de una manera que se podría decir casi sutil en la narración, desde los vestidos y complementos de damas y caballeros, hasta los vehículos de la época —como en el caso del interesante recorrido por las estancias del buque RMS Oceanic en el que los protagonistas se embarcan rumbo a EE.UU., y al cual los lectores, gracias a las brillantes y detallistas descripciones, se ven transportados—  pasando por las convenciones sociales o las modas imperantes.

Como ya sucediera en su predecesora, las muy diferentes personalidades del trío protagonista se complementan a la perfección, abarcando cada uno distintas facetas de la aventura —desde su parte intelectual a la de más acción—. Como cuarta protagonista ya principal, la autora aprovecha también para revelar el pasado de la señorita Stirling, aunque, quizá, debiera haber esperado unos cuantos capítulos más para potenciar toda la fuerza del misterio que envuelve al personaje. Nada grave, pues oculta unos cuantos secretos más con los que mantener la atención del lector —y de Lionel— hasta el mismo final de la lectura. Además tiene el acierto de incluir a Verónica Quills en la «expedición», dándole el perfecto contrapunto y réplica a la citada señorita Stirling, con caracteres casi contrapuestos que dan lugar a interesantes enfrentamientos dialécticos, a la par que sus «dotes» consiguen que llegue allá donde sus compañeros no podrían haberlo hecho. Y todo este elenco de protagonistas principales se ve acompañado de un grato plantel de secundarios, con historias propias y completas, bien trabajados y en absoluto superfluos o planos.

Una curiosa historia de fantasmas y barcos encantados que revela ocultar mucho más de lo que los protagonistas se esperaban. Y cuando la aventura ya ha terminado, perfectamente resuelta y cerrada, cuando ya no se espera más que una despedida, un esperanzado «hasta luego» a los protagonistas deseando que vuelvan en una tercera entrega, Álvarez se saca de la manga un final demoledor que dejará a más de un lector con la lagrimita cayendo.

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Reseña de otras obras de la autora:



    Las eternas. 

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