martes, 24 de febrero de 2015

Reseña: El hombre spam

El hombre spam.

Talbot Torrance.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Tyrannosauros books. Barcelona, 20145. Traducción: Pablo García Naranjo. 150 páginas.

En apenas 150 páginas el autor texano Talbot Torrence factura una perfecta mezcla entre ciencia ficción y novela negra, un intenso hard boiled situado en un oscuro, violento, corporativo, desesperanzado y miserable futuro. Una acerada aventura que bebe de una larga tradición del género, tanto literaria, de Asimov, Dick o Gibson a Elmore, como cinematográfica, desde Blade Runner hasta Dredd pasando por Ghost in the Shell, Minority Report o El quinto elemento; asimilando y fundiendo reconocibles elementos de la mejor creación especulativa de aquí y de allá, desde la distopía a la denuncia social contra las grandes corporaciones, amagos cyberpunk con un descarnado envoltorio noir que tocan el acervo común de todo degustador de ciencia ficción con bagaje. Un hombre marcado, perseguido a muerte y que sabe que merece morir por sus «pecados», pero que también sabe que no debería irse solo. Un planeta sin nombre, industrializado al máximo, y una ciudad, Nueva Ghana, que deglute a sus habitantes sin devolverles apenas nada a cambio. Un futuro sombrío, sórdido, violento, corrupto. Una lectura impactante.

Jonás Tedheim ha vivido tiempos mejores. Ahora se arrastra por los tugurios y las calles de Nueva Ghana, una claustrofóbica ciudad compuesta de megaedificios, capital de un planeta colonial perdido de la mano de Dios, proyectando sus mensajes comerciales y sus anuncios publicitarios en la mente de todo aquel que se cruce con él y no pueda permitirse implementarse unas defensas psi para rechazar sus envíos. Antes, en un tiempo para él mejor, fue un Lobo, un policía miembro de la Brigada Logan, disfrutando de todos sus privilegios, aumentos corporales, las mejores armas, misiones especiales, riqueza ilegítima y violencia sin consecuencias. Pero cayó en desgracia, y cuando pensaba que no podía caer más bajo descubre que siempre hay un nuevo nivel de miseria que visitar. Desgracia sobre desgracia, los Hijos de Rohmer han puesto precio a su cabeza, asesinos con rostros ocultos bajo máscaras kabuki van a por él. No hay salida.

En una atmósfera agobiante, cerrada, totalmente urbana y bastante decadente, sucia, sórdida y contaminada, la ciudad de Nueva Ghana refleja los abismos a los que ha llegado la sociedad. Una ciudad de inmensas Torres de metal y hormigón, asfixiantes, laberínticas. Donde androides de rostro, y cuerpo, cambiante, se ofrecen a satisfacer todos los placeres posibles. Los implantes biomecánicos se encuentran a disposición de aquellos afortunados que puedan permitírselos. La corrupción campa  a sus anchas, impulsada por quienes deberían combatirla. Las drogas sintéticas corren sin más control que el de los traficantes. La tecnología es pervertida para satisfacer oscuros deseos. La genética es una herramienta más de control de masas a través de la natalidad in vitro. La religión solo sirve a la Empresa, dotada de una épica interna y propia. Y donde lo que realmente importa de cada persona es su valor productivo, puro consumismo y ley del mercado. Y en el escalón más bajo la profesión de hombre spam no es precisamente una de las más populares, toda vez que inevitablemente supone invadir la mente de los demás de una forma inopinada e indeseada, cobrando tan solo por cada anuncio que consigue «colar», evidentemente sin permiso, en los que se cruzan con él —e irónicamente en el lector que sigue su historia—.

El autor no da demasiadas pistas sobre cómo se ha llegado allí, cuál ha sido el devenir de la Historia de la humanidad desde que abandonase la superficie de su Tierra natal —y quizá ahí haya una interesante historia, entre otras, para el futuro si Torrance decidiese retomar este universo—. Se deduce que una gran corporación domina todos los aspectos del planeta. No hay, aparentemente, un gobierno como tal, sino que todo se mueve según los designios de la corporación, desde la policía a la religión, al dictado del idolatrado Forrester, pasando, por supuesto, por los medios productivos y de comunicación.

Torrance controla con pulso férreo el tempo de la narración, intercalando oportuna e inteligentemente con la acción bien avanzada los capítulos de flashback con la «gloriosa» historia anterior de Jonás, cuando se encontraba en lo alto de la pirámide alimenticia, y dosificando la información para mantener la intriga sobre las circunstancias que le llevaron a su miserable condición actual, donde el amor no fue tan solo un factor más de su caída. La historia de un perdedor, un antihéroe de manual, que a pesar de todo sigue luchando con todo en contra, pero que sabe que sólo hay una salida, aunque se resista a tomarla.

Es una pena que la edición falle algo en el aspecto más formal del volumen, sobre todo en su maquetación y corrección, con más fallos de los aconsejables, como la cantidad de líneas viudas que abren demasiadas páginas. Pablo García Naranjo hace una estupenda labor de «traducción» o «adaptación», conservando con gran frescura la agilidad y rapidez del estilo del texano, y permitiendo captar al lector toda la fuerza de su prosa entre descarnada y afilada, muy directa, de frases cortas, en muchos casos omitiendo el verbo para ganar en agilidad. Ráfagas de palabras que alcanzan de forma celérica su objetivo, con economía de descripciones, precisas y cortantes, casi dolorosas en ocasiones, certeras sin duda, despojadas de todo elemento supérfluo o irrelevante para la historia. El hombre spam es un disparo directo al cerebro, breve e intenso, una alegórica, opresiva, violenta, agresiva y tétrica crítica al futuro que muy bien puede considerarse una crítica a nuestro presente.

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