miércoles, 20 de enero de 2016

Reseña: Monstruos rotos

Monstruos rotos.

Lauren Beukes.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Siruela. Col. Nuevos tiempos # 335 / Serie policíaca. Madrid, 2016. Título original: Broken Monsters. Traducción: Rubén Martín Giráldez. 439 páginas.

Hace ya un tiempo en que las fronteras literarias entre géneros, o al menos las clasificaciones y nichos inamovibles, cada vez tienen menor sentido, mientras los escritores se empeñan en crear obras que beben de fuentes diversas para ofrecer al público lector las más interesantes propuestas. Si en su anterior Las luminosas la autora ya daba buena cuenta de este mestizaje, en Monstruos rotos vuelve a echar mano de diversos géneros —quizá de forma menos pronunciada que en aquella, eso sí— para tratar en realidad sobre los temas que más le interesan. Beukes estructura en torno a una historia de investigación criminal a modo de thriller policíaco o novela negra un relato de horror que juega con los miedos más primarios del ser humano, añadiéndole un ligero toque —muy eludible— de intriga sobrenatural. La autora utiliza algunos de los mejores y más recurrentes clichés del género y los transforma, consiguiendo llevar al lector a su terreno e invitándole a reflexionar sobre muchos de los problemas de la sociedad moderna, una auténtica fábrica de monstruos rotos.

La detective Gabriella Versado se hace cargo de la investigación de un macabro crimen. Un agente novato ha encontrado el cadáver de un muchacho afroamericano asesinado. No es un crimen más en la violenta ciudad de Detroit, ya que el cuerpo ha sido horriblemente mutilado, cortado por la mitad, y de cintura para abajo las extremidades inferiores corresponden a los cuartos traseros de un ciervo fusionadas a la parte superior humana en un tétrico collage. Intentando mantener los peores detalles del caso en secreto, tanto para no entorpecer la investigación como para que no cunda el pánico entre la población, todo el departamento de polícia se pondrá manos a la obra para descubrir la identidad del asesino antes de que, como sospechan, pueda cometer alguna nueva tropelía.

Beukes embarca a los lectores en un relato a varias bandas, con diferentes líneas aparentemente muy distanciadas que, no podría ser de otra forma, terminarán confluyendo. La narración se alterna entre diversos puntos de vista, cada cual con voz propia y diferenciada —algo que se ha trasladado y conservado perfectamente en la traducción, haciendo que la prosa se lea con gran agrado—. La mencionada detective Versado, madre divorciada agobiada por la vida que lleva y por los problemas de comunicación generacional que tiene con su sarcástica hija adolescente, Layla, una joven con problemas propios y una amiga, Cass, que no duda en meterle en otros nuevos. Un cínico y desagradable escritor-periodista de treinta y tantos años y carrera poco prometedora, Jonno, recién llegado de Nueva York arrastrando fantasmas pretéritos que poco a poco se irán desvelando, y que influenciado por su ligue en la ciudad, una DJ bastante indie que le mostrará el «auténtico» Detroit, intentará reconvertirse en blogger sobre el movimiento artístico primero y de noticias de impacto después. Un marginado sin techo pero con buen corazón, TK, dueño de un tormentoso y duro pasado, ex convicto y ex alcohólico, que ayuda con métodos un tanto cuestionables —si algo está abandonado hacerse con ello no es robar— en una parroquia local a los desfavorecidos como él mismo. Y un artista sin demasiado éxito, Clayton, un tanto desequilibrado y del que parece haberse apoderado un febril y perturbador sueño artístico. Y uno de ellos, sin que la autora lo oculte, pues su identidad se revela bien pronto, muestra la visión del asesino.

Y para situar la acción la elección del escenario no es lo de menos. Detroit, una ciudad en bancarrota con grandes contrastes sociales, de edificios deshabitados y herrumbrosas fábricas abandonadas a la acción de los saqueadores y carroñeros, y de gentes que pese a todo se esfuerzan por vivir sus vida de la mejor manera posible, que no se dejan pisotear por el final del «sueño americano» que personificó la ciudad. La autora hace palpable el ruin porn —el turismo que busca el disfrute de las ruinas, de los edificios vacíos, de la pobreza generalizada…—, la efervescente escena artística underground, los omnipresentes graffitis como medio de expresión vital, la perenne sensación de decadencia y violencia latente… Una ciudad así no podía sino generar un asesino en serie que se revela bastante patético en el fondo. Una persona inadaptada, fracasada incluso en el objetivo final perseguido por sus asesinatos, alguien atormentado que se deja llevar por una obsesión que le controla. Y en torno a su figura personajes que viven en sus carnes el saberse parte de una minoría: hispanos, negros, gentes sin hogar, marginados, adolescentes...

Para atrapar poderosamente la atención Beukes se sirve de una escritura que echa mano de numerosos recursos actuales para hacerla cercana y realista al lector: extractos de chats por el móvil, «obsoletas» conversaciones por SMS, memes de redes sociales, búsquedas en Google, comentarios publicados en Youtube o Facebook, informes y grabaciones telefónicas policiales, continuas referencias a temas musicales y a la cultura pop…, se entremezclan entre los capítulos con diálogos de lo más auténticos, que a su vez dotan a cada personaje de personalidad y reacciones propias y muy naturales, individualizándolos de forma más que consistente y verídica. Los capítulos cortos, intercalando protagonistas, generan un ritmo de lectura rápido —a pesar de que la acción sea mucho más pausada— y adictivo que «fuerza» a seguir leyendo al generar la necesidad de saber, de conocer cómo se van a ir desarrollando los diferentes dramas en que se implican sus protagonistas, cómo las decisiones y acciones de unos afectan a otros, cómo se van entrelazando sus vidas en una espiral de la que no se intuye una salida sencilla, ni feliz.

Porque el relato no bebe tan solo del horrendo asesinato —asesinatos— o de su investigación, por mucho que sea la base sobre la que se sustenta todo el entramado, sino que introduce muchos más temas de actualidad, reflexiones sobre el arte y su significado o sobre el peligro y coste —muchas veces para terceros— de la búsqueda de fama rápida basada en el contínuo afluente de «me gusta» interneteros, junto a otros crímenes de muy diferente cariz, algunos aparentemente inocuos, otros mayúsculos, que se van a ir relacionando de forma magistral. El acoso escolar y cibernético, la pederastia, la imposibilidad absoluta de borrar el rastro en internet y la indefensión ante el anonimato de las redes sociales, lo destructivo de algunos sueños, la envidia gremial, el desprecio por ser diferente, el abandono e invisibilidad de los desfavorecidos y marginados…, que convierten un muy interesante relato noir en mucho más.
Beukes, tras haber introducido de forma paulatina el hecho fantástico, en una decisión ambigua pero seguramente muy acertada y aunque ella misma sí que parece tomar partido—, deja de alguna manera en manos de cada lector la interpretación final de los hechos. Hay una lectura puramente sobrenatural, aceptando punto por punto lo narrado, y otra realista, cuestionando como poco fiable el relato de lo que los testigos dicen haber vivido. Una lectura libera de culpa moral al asesino, la otra le condena con toda la fuerza de una locura o psicopatía que no le exime de su responsabilidad. Pero el monstruo no es sólo el asesino, sino que también lo es aquella persona que graba algo que no debiera y cuelga el video pensando que es simpático o que va a darle muchas visitas sin reparar en el daño que puede causar, o el amigo que le da a compartir agudizando el problema al convertirlo en viral, o aquel que se burla de una víctima escudándose en lo «gracioso» de la situación o en la supuesta «necesidad» del público de ser informado, el periodista o el blogger que solo piensa en el impacto de la exclusiva en su «carrera» sin importarle las consecuencias para los implicados, el que jalea y amplifica desde el anonimato de la masa la humillación producida por una mala decisión, el hombre que acecha a niñas tras una falsa identidad, el colega que desprecia a una compañera por su sexo o raza, el hombre que maltrata a su mujer, o simplemente el individuo que asiste como espectador impasible al horror sin tratar de impedirlo… Un horror que viste muchos ropajes y que es innecesario achacar a una intervención sobrenatural cuando es evidente que el ser humano se vale por sí solo para causar gran dolor a sus semejantes. Monstruos rotos es una lectura por momentos dura, por momentos estremecedora, pero también altamente recomendable.

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Reseñas de otras obras de la autora:
    Las luminosas.

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